23.11.08

Copenhague


En las historias coherentes (o consistentes) de Griffiths, un cierto número de eventos medibles u observables son usados para conformar una suerte de narración que nos permite comprender (aunque sería más correcto decir hipotetizar) un suceso que de otro modo permanecería inaccesible a nuestro entendimiento. En general, partiendo de los eventos medidos, se genera más de una "historia coherente". Este método tiene algo más de 20 años de aplicación en el exclusivo (y casi esotérico) mundo de la física cuántica.
Corría el año 1941. Europa era gradualmente invadida por las tropas nazis. Los más eminentes físicos teóricos, en su mayoría judios y seguidores de los postulados de Einstein, se encontraban cada vez más amenazados, y muchos huían a Inglaterra o EEUU.
Dinamarca había sido invadida en 1940 y en su capital Copenhague, otrora principal centro de la investigación cuántica, el cuasi pontífice Niels Bohr porfiadamente continuaba trabajando.
En su obra dramática "Copenhague", Michael Frayn escribe (y re-escribe) acerca de un suceso sobre el cual por largo tiempo se ha especulado: la visita que realizó el físico alemán Heisenberg (líder del grupo de investigación atómica de su país) a su mentor medio judío Niels Bohr, el año 1941.
Sobre esta visita hay pocos elementos claros. Se sabe que ocurrió el encuentro, pero no qué ocurrió en el encuentro. Heisenberg fue vigilado por la Gestapo durante su viaje a Dinamarca, pero a la casa de Bohr ellos no pudieron entrar.
A la manera de las historias coherentes de Griffiths, la obra ofrece varias posibles conversaciones entre los físicos y Margarethe (esposa de Bohr). Uno de los puntos más altos llega cuando la (probable) discusión toca el tema de la ética que debiera estar a la base de la investigación atómica, considerando sus consecuencias. (No hay que olvidar que Bohr, luego de huir de Dinamarca, se unió al grupo de físicos que desarrlló la bomba atómica en Los Alamos, EEUU).

De la obra "Copenhague" (Michael Frayn) existe una versión para la TV. Además fue montada el año 2004 en Chile, a cargo de Delfina Guzmán, Francisco Reyes y Arnaldo Berríos.
Copenhague (Michael Frayn) en Internet

10.6.08

Klimt: Otra vez Malkovich y Ruiz


Ya había tenido el placer de verlos juntos. Malkovich como el Barón de Charlus. Ruiz como el director de “Le temps retrouvée” (“El tiempo recobrado”, 1999), aquella memorable adaptación del séptimo y último libro de la saga “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust.
Si de agregar puntos en común se trata, está el período histórico en que se desarrollan ambas películas (albores del siglo XX), su narrativa en racconto teniendo como punto de inicio el lecho de muerte del protagonista, su onírica fotografía, y esa extraña sensación de asistir a algo que está más allá de los códigos cinematográficos habituales. A pesar de que el relato mismo sea oscuro para quien no esté familiarizado con la biografía de Klimt o de Proust, según sea el caso, algo mágico captura la atención y permite seguir la película, al menos en su nivel estético visual.
Klimt aparece retratado en su período de mayor reconocimiento: durante la Secesión de Viena y posteriormente en la Exposición Universal de París. Resulta altamente contrastante entonces la intercalación de escenas en su lecho de muerte, solitario, repitiendo una y otra vez “flores”, sirviendo de nexo entre diferentes temporalidades del relato un vaso que cae, o un espejo que se rompe.
Por aquel entonces, Viena y París vivían el surgimiento de nuevas estéticas y nuevas ideologías. Basta mencionar a Freud (que por aquel mismo tiempo escrutaba en los sueños y fantasías sexuales de sus pacientes) para observar el paralelismo con la serie de pinturas de desnudos que Klimt realizaba. Mujeres en distintas etapas de vida aparecen inmersas en paisajes propios de lo que con los años se vendría a denominar surrealismo.
El tema del artista y su creación da pié una vez más para que Raúl Ruiz desarrolle una película hermosa y memorable.

Klimt (página oficial)
Está en exhibición durante este mes por Cinemax

30.5.08

Portishead:Third


10 años puede ser mucho o poco tiempo, según como se mire. Según que tanta relatividad estamos dispuestos a aceptar.
En este caso, diría que ha sido bastante, pero que ha valido la pena. Una frase hecha que queda a la perfección para hablar de este disco.
Portishead (1997) fue una verdadera continuación de Dummy (1994), un disco más intenso, con más capas sonoras, pero en la misma línea que el debut. Una cándida melancolía que podía tornarse sutilmente desgarradora de un compás a otro. Y luego fue el silencio.
Third (2008) viene a ser algo así como un coktail de after-hour que combina Portishead con Amnesiac de Radiohead. Y con algunos otros toques que intensifican la mezcla, sin hacerla perder su intensidad característica. Degustar con precaución.

28.4.08

El libro de los muertos tibetano


La primera vez que supe de este libro fue allá por el 2004. En ese tiempo, cada tarde de Lunes, Warken conducía un programa por Radio Concierto, dedicado por cierto a la literatura.
Esa vez entrevistaba a una mujer que trabajaba con moribundos, y se refirieron a este libro como "una fenomenología de la muerte". Expresión más que suficiente para despertar mi curiosidad. Una curiosidad que descansó por cerca de 3 años, hasta que me sentí preparado para saber de qué se trataba todo eso.
Como en gran parte de los libros, el prefacio se aboca a elogiar la traducción que uno tiene entre manos y denigrar las anteriores por "poco rigurosas". En el caso de esta edición, se agrega que es la primera traducción realizada al español directamente desde el texto tibetano (anteriormente se hacían desde el inglés).
El libro en sí se atribuye a un hallazgo, como muchos que cada cierto tiempo se realizan en el Tíbet, de textos o reliquias budistas que generaciones anteriores han dejado para provecho espiritual de los hombres venideros. Los créditos se los lleva un "buscador de tesoros".
El libro en sí son las indicaciones que deben ser leídas al muerto durante su agonía y días posteriores a la muerte misma. Dichas indicaciones lo guiarán en este "estado intermedio" y lo conducirán al estado búdico postmortem, sacándolo de la rueda samsárica de sucesivas encarnaciones. Las indicaciones lo tranquilizarán cuando se enfrente a las visiones de los espíritus apacibles e iracundos, aclarándole que éstos no tienen una existencia real, sino que son proyecciones arquetípicas de las distintas facetas humanas, productos de su consciencia. Por cierto que lo que subyace a esto, es decir, quien "oye" todas estas indicaciones, es la consciencia trascendente del muerto, que en esta etapa adquiere una gran lucidez.
Y en caso de no alcanzar el estado búdico, el objetivo mínimo que se plantea el texto es conducir al muerto a ingresar a una matriz (encarnar) que le permita en una nueva vida profundizar en su desarrollo espiritual, permitiéndole al cabo de ésta salir de la rueda samsárica.
Un texto inquietante, con una descripción detalladísima de las diversas visiones que debe enfrentar el muerto y de la angustia que éstas originan. No apto para leer en cualquier momento. Aunque sí tal vez para oírlo en el momento oportuno.

"El libro de los muertos tibetano", Ediciones Siruela, Madrid, 1999.