23.5.06

Los discursos (ajenos) de los sueños


La conversación del domingo en la mañana derivó directamente de haber visto "El camino de los sueños" (Mulholland Drive) el sábado por la noche. La curiosidad por saber qué habían pensado otros sobre el filme me llevó a una página web en que los fans debaten y proponen teorías explicativas.
Es la segunda vez que veo la película. La primera vez rechacé el buscar una explicación "lógica" a la trama narrativa. Mi pregunta era "por qué", "para qué" encontrar una explicación, siendo que se sostiene a sí misma desde el lenguaje fílmico y visual. Esta vez pensé lo mismo, pero me intrigó el por qué muchos buscan darle una lectura desde la lógica; lectura que inevitablemente es una reinterpretación.
La conversación partía de la premisa de que la película tenía una estructura visual y narrativa de carácter "onírico". ¿Y en qué consiste esto? ¿Cómo llegamos a definir lo "onírico"? El discurso del sueño nos resulta inaccesible. Llegamos a él a través del recuerdo que tenemos por la mañana, y de la reconstrucción que hacemos de la infinidad de imágenes que conservamos (o que suponemos que conservamos). El relato no es el del sueño, sino que es el relato que nosotros hacemos del sueño. El discurso del sueño es un discurso prestado (por nosotros), le es ajeno, y por lo tanto puede ser tergiversado sin apelación. El sueño lo reconstruimos otorgándole elementos interpretativos propios.
¿Y cómo podemos llegar a catalogar algo de "onírico"? La conversación en ese punto se volvió más difusa, pero en grueso la idea era que en el sueño visualizamos situaciones que escapan a la lógica convencional sin que esto nos genere extrañeza (durante el soñar mismo, sí al despertar y recordarlo). Una persona puede ser 2 o 3 a la vez, y nosotros como si nada. Y por otra parte, lo visualizado en el momento no es contrastado con lo inmediatamente pasado (buscando una explicación) ni se usa para anticipar lo venidero (haciendo una predicción). Se podría decir que el sueño es la vivencia más perfecta del aquí y ahora, de una total sintonía emocional con lo que nos está ocurriendo. La gran mayoría de las veces no intentamos modificar lo que está ocurriendo, sino que nos limitamos a vivirlo.
Por supuesto que toda esta matinal disgresión queda al alero de la gran paradoja arriba mencionada, que estamos hablando del sueño sin estar en ese momento soñando, sino despiertos. Y debemos resignarnos a nunca poder oir directamente el discurso del sueño.

La página de fans de Mulholland Drive
La página oficial de Mulholland Drive

20.5.06

El flujo poetico


Lo de "Chile país de poetas" es algo que oigo desde que tengo uso de razón. Sin embargo, no recuerdo que en el colegio me hayan hecho leer poesía dentro de la asignatura que por aquel entonces se denominaba "Castellano".
Creo que el primer profesor que nos hizo relacionarnos más directamente con ella fue el de música, que en su afán de interiorizarnos en los devenires del "ritmo" nos hizo memorizar diversas poesías y declamarlas con diferentes ritmos y entonaciones. Buen método, pero aislado y no replicado por otros docentes.
Sin duda comencé a tomarla más en cuenta en aquellos extraños años de la adolescencia. Mal que mal, poesía es tradicionalmente sinónimo de romanticismo. Debo haber partido con alguna de las "Antologías" de Editorial ZigZag... Nada del otro mundo. Mistral, Neruda, españoles varios. Pero me resultaban distantes, su vibración no iba con el momento que vivía.
Así buscando llegué a Parra. Su "Obra Gruesa" fue un fiel compañero durante muchas clases de Historia, en que disimulado dentro del texto oficial del curso me permitía amenizar esas eternas peroratas sobre las obras de los gobiernos de La República.
Después vino Benedetti, con esa extraña fusión de poesía cotidiana-pomposa-comprometida-desencantada. "Inventario I" desplazó a Parra, al menos por un tiempo.
La universidad fue casi un temporal. Desfilaron ante mí Huidobro, Lihn, Teillier, Uribe, Borges (... Borges...). Hasta llegar al gran visceral que es Gonzalo Rojas, al que comencé a seguir por el circuito de lecturas universitario del 99 al 2001.
Finalmente abandoné los grandes volúmenes y llegué a los pequeños libros, casi de bolsillo, esos que pueden andar por meses dentro del bolso sin importunar, y que permiten salvar los breves momentos de tedio del día cotidiano con palabras comunes que forman susurros reponedores.
¿Hacia dónde seguirá este flujo?