6.9.09

El mítico Oriente


Durante la Edad Media, los mapas situaban en los límites del mundo conocido al reino del Preste Juan. Para llegar a él había que marchar hacia el oriente, por tierras pobladas de seres extraños: humanoides con un solo pié (esciápodos), otros acéfalos con los ojos y boca sobre el abdomen (blemios), y bestias quiméricas de todo tipo. Al final de la travesía se arribaría a un reino extenso, desde donde habrían partido los Reyes Magos que adoraron a Jesús recién nacido, y adonde habría sido llevado posteriormente el Santo Grial. Un reino cristiano en los límites del mundo y depósito de los más elevados conocimientos humanos.
También en oriente se encontraría la entrada a Agartha, el reino subterráneo donde habitaría una raza superior a la humana, tanto en tecnología como en espiritualidad. El acceso a su capital, Shambhala (o Shangri-Lá), se encontraría oculto entre los montes Himalayas, pero el reino mismo se extendería por debajo de casi toda la corteza terrestre.
Sólo con las crónicas de los viajes de Marco Polo, aparecidas sobre el año 1300, se desdibuja en parte la imagen fantasiosa que se tenía de oriente. Sólo en parte, pues el tema de Agartha fue reflotado a principios del siglo XX por las sociedades gnósticas y ocultistas, e incluso se envió una comisión de estudiosos nazis al Tíbet, con objeto de tomar contacto con los habitantes de Shambhala.
Hoy sabemos, de acuerdo a investigaciones genéticas recientes, que el Homo sapiens llegó a lo que actualmente es China e India alrededor de 60 mil años atrás, al menos 10 mil años antes que a Europa. Los primeros vestigios de algún tipo de civilización en la zona asiática datarían de unos 5 o 6 mil años atrás. La teoría de las razas protoindoeuropeas (o arias) pretende establecer que el origen de las lenguas que se hablan en gran parte de Europa es el idioma sánscrito originado en la India.
Se sabe que existió contacto comercial y cultural entre el mundo occidental, concretamente civilización griega y romana, con los habitantes de dicha área geográfica a través de la milenaria “Ruta de la seda”. Pero al parecer las dificultades asociadas a dichas travesías eran tales que prevalecieron con más fuerza las leyendas que los frutos reales de dicho intercambio.