24.12.06

Recuerdos de Buenos Aires (hace 3 meses)

Estuve en Buenos Aires durante el preludio de la primavera. Las vacaciones, luego de un año y medio de trabajo. La promesa de libros baratos, discos baratos, comida barata, alojamiento barato. Descansar, conocer, re-conocer. También contrastar mis recuerdos de los 5 años, con lo que hay (o había) en la porteña capital trasandina.
1. El Cementerio de La Recoleta está emplazado en uno de los barrios más rimbombantes de la ciudad. Sus mausoleos y estatuaria contrasta con el entorno urbano.

2. Como toda ciudad que se precie de tal (como Santiago, como La Serena), Buenos Aires tiene su Jardín Japonés (en Palermo). En éste además hay un restaurante en su interior. (Ojo, martes cerrado, así que no les puedo contar nada de la comida nipona que allí hacen).


3. El Jardín Botánico en Palermo sigue lleno de gatos. Lamentablemente, muchos están con tiña y una gran abundancia de pulgas. Pero todos bien alimentados por los vecinos.

4. La pantera ya no está en un foso, sino tras un grueso acrílico. ¿Será la misma que me impresionó hace 24 años?

5. El Parque Lezama y sus esculturas, lugar en que Martín conoce a Alejandra (ver "Sobre Héroes y Tumbas" de Ernesto Sábato).
6. Como alguien acotó previamente, lo que yo recordaba como "Pastel Flora" se llama Pasta Frola. En Chile se vendería como una Tarta de Dulce de Membrillo.
7. A propósito de comida, allá no existe quesillo ni queso fresco. (Si no se le puede hechar a la pizza, no sirve).
8. Ir a La Boca es cosa de valientes. El hedor que emana del contaminado río es sinceramente putrefacto. Y el Tigre va por las mismas.
9. Bajo las señales de advertencia de los carros del subte ("Matafuegos bajo el asiento", "Freno de emergencia", y otras similares) se pueden ver sus equivalentes en ideogramas del Lejano Oriente.
10. Las Obras Completas de Jorge Luis Borges (Emecé Editores, 2005) pesan 3 kilos 200 gramos.

14.12.06

La ruta de "Seda"


– ¿Tenés la tarjeta CúspideMax? –. La cajera pasaba por el lector de códigos de barra los libros “encargos” que por fin había logrado recopilar en una sola librería.
– No. Soy de Chile y estoy hasta mañana –.
Era mi último día en Buenos Aires. Aún me faltaban los libros “caprichos personales”.
– Con esta compra podés juntar 22 pesos, y canjearlos por libros –explicó tentadoramente. – Los puntos no vencen, y la tarjeta podés obtenerla de inmediato.
22 pesos en Argentina significa un buen libro. Agregué mentalmente los hipotéticos puntos de mis otras compras a realizar durante el día y acepté encantado la propuesta. En menos de dos minutos tenía la tarjeta en mi mano.
Por la noche me encargué de los caprichos. Completé la compra con las Obras Completas de Borges, y me encontré con cerca de 70 pesos disponibles para canjear. Ahí sí comenzó lo bueno. Recorrer pasillos y estantes sólo buscando, sin nada concreto en mente. Y luego de una preselección, conseguir la combinación casi perfecta de títulos que permitiera optimizar los puntos.
Así llegó a mis manos “Seda” de Alessandro Baricco. Con un vago recuerdo de alguna crítica leída o comentario oído que favorecía al autor. Con una portada ilustrada con caracteres japoneses sobre un diseño de tela para kimono. Con una contratapa en la cual Baricco contaba que ésta no era una novela ni era una historia de amor.
Y en verdad tenía razón. No es una historia de amor, porque no relata un amor real. Su historia es la de un amor imposible, desplazado, metonimizado. Un amor que ocupa el escenario de la ruta de la seda, pero cinco siglos después de ésta. Como esa extraña sensación que dejan los amores imposibles, que nos hacen pensar que “antes”, en otro tiempo de nuestras vidas, tal vez hubieran sido posibles.
Y como todo amor imposible, el texto está lleno de reiteraciones, repeticiones, reintentos que a nada conducen. Un amor fatal, en el amplio sentido. Un amor que no provoca un vuelco en la vida de quien lo siente, pero que introduce sutiles cambios en su vida cotidiana. Sutiles, pero permanentes. Un amor que no cambia la vida, pero sí la forma de vivirla.
Casi como la cajera de Librería Cúspide y su oferta de tarjeta.

Encuentro con Carver


– Te he traído un regalo – dijo ella cuando apareció en el dormitorio.
Un minuto atrás, el sonido de sus llaves en la puerta de entrada y el rodar de su maleta sobre el piso me habían despertado. Volvía de Santiago. Era Domingo. Eran cerca de las siete de la mañana.
Esbocé una sonrisa y cerré los ojos.

– Te traje un regalo – repitió algunas horas después, mientras tomábamos desayuno en silencio.
Se levantó de la mesa para ir hacia su maleta, en el dormitorio. Por mi cabeza, las posibilidades de regalos giraban como las imágenes en un tragamonedas. La que más se repetía era la de un libro.
Cuando me entregó el misterioso objeto, envuelto en un papel kraft con la leyenda “Librería Altamira”, ya no habían dudas. Si hubiera tenido que adivinar el contenido, habría acertado. “Es de Carver”, le habría dicho. Por supuesto no le dije nada. Me limité a sonreír y a sacar con parsimonia el papel kraft. Raymond Carver. “De qué hablamos cuando hablamos de amor”.

En el último tiempo, Carver se había vuelto un ente misterioso. Había oído y leído comentarios acerca de sus cuentos en infinidad de partes, hechos por escritores o por aficionados a los libros, en diarios, revistas o blogs. Unánimemente, alababan su estilo y su magia para crear relatos breves. La contraparte eran los comentarios de ella: que Carver es demasiado escueto en palabras, que se repite en su forma de escribir, que genera tensión en el relato apelando a la reiteración de un elemento cualquiera, que después no desemboca en nada, que después del cuarto cuento se aburrió y tiró el libro. “Pero creo que a ti te puede resultar interesante”, había dicho la gran mayoría de las veces. Tal vez por lo escueto de palabras, pensaba yo.

Así que tengo mi primer Carver. Una colección de cuentos sobre relaciones íntimas, reseña la contratapa. Dice que en ellos los personajes a veces se despedazan. Recuerdo “El libro de los amores ridículos” de Kundera, y pienso que no deben tener mucho en común.
La miro a los ojos y, sonriendo, le digo “Gracias”.

10.11.06

De Akutagawa al "Coaching Ontologico"


Llegué a Akutagawa por y en Buenos Aires. La revista literaria y cultural que edita “El Ateneo” comentaba su recién aparecido libro “Vida de un loco”. Con ese título, y con un epílogo de Borges, despertó de inmediato mi curiosidad.
Quienes hayan leído otros textos de este blog tal vez habrán descubierto una velada obsesión por la cultura japonesa. Leer a Akutagawa sólo ha conseguido reforzar esa obsesión: escribió sobre la locura, vivió la difícil época en que Japón se “occidentalizaba” a principios del siglo XX, y finalmente se suicidó a los 35 años. Camino similar al de tantos artistas que renegaban de la pérdida de tradiciones que se vivía en el país, al tiempo que descubrían con cierta fascinación la estética y arte europeos.
En su epílogo, Borges elogia su límpido estilo. Vaya de ejemplo un fragmento de “Vida de un loco”:

“Veintinueve años de existencia humana le habían ofrecido poca iluminación. Pero Voltaire al menos lo equipó de alas artificiales.
Desplegando esas alas hechas por el hombre, se remontaba con facilidad hacia el cielo. Empapado por la luz de la razón, la alegría y el pesar humano se hundían bajo sus ojos. Sobre sórdidas ciudades, dejando caer la burla y la ironía, se elevaba hacia el espacio despejado, encaminándose directamente al sol. Lo mismo que con alas hechas por el hombre, derretidas por el resplandor del sol, había lanzado al mar a un antiguo griego, muerto. Parecía haberlo olvidado…”


29 años de existencia humana que coinciden con los míos. ¿Cuáles son las alas artificiales a las que estoy apelando en este tiempo de mi vida?
Últimamente, mi inquietud ha circulado en torno al “Coaching Ontológico”. Un enfoque teórico-práctico orientado a mejorar nuestra capacidad de comunicación. No a un nivel abstracto, sino absolutamente concreto, enfocado en cómo decimos lo que decimos, y qué esperamos (tácita o explícitamente) de lo que decimos. Su taxonomía de los “actos de habla” es seductora, y abre diálogo y discusión.
A diferencia de lo que le ocurría a Akutagawa con Voltaire, no hay aquí una luz de la razón que ciegue. Por el contrario, es una invitación directa a comunicarnos en todos los planos: racional, emocional, corporal. Es una propuesta a no dejar de lado los aspectos humanos que nos definen tanto o más que la razón (tan sobrevalorada por tanto tiempo). En fin, una propuesta “ontológica” en todas sus dimensiones.

"Vida de un loco", Ryunosuke Akutagawa, Emecé Editores, 2006
"Ontología del lenguaje", Rafael Echeverría, Editorial Gránica, 2005

31.10.06

Jaloguin


Escribo esto mientras el timbre suena una y otra vez. Hordas de niños (y no tanto) bajo el lema "dulce o travesura". En general, prefiero darles dulce, no se uds...
¿Cuántos de estos disfrazados conocerán el origen de esta "tradición" importanda en un 100%? Pienso que pocos. Tal vez uno que otro gótico infiltrado pueda saberla.
Como muchas celebraciones populares, es un pastiche de ceremonias, algunas ocultas o privadas, que han ido ganado lugar en la cultura de un pueblo. En este caso, de un pueblo distante, en el norte del globo.
Por eso pienso que no termina de calzarme, porque aunque intenten hacerme creer que los celtas también tienen influencia en la cultura hispana, esta mutación no es propia de nuestra herencia española.
Por eso creo que la noche de San Juan ha tenido más arraigo, porque en algo conserva su simbolismo: la noche más larga del año es el momento en que más cerca estamos de la oscuridad. Y San Juan lo estuvo, recuerden que se le atribuye el Apocalipsis.
En fin, solo algunas reflexiones interrumpidas por el sonar y sonar del timbre...
¿Podré regalar bonos para el dentista, de paso?...

6.9.06

Recuerdos de Buenos Aires (hace 24 años)

Viajé a Buenos Aires en una primavera hace 24 años. Estaba en Kinder. Los pasajes se los había ganado un tío de mi papá en un concurso, y se los vendió a buen precio porque él no pensaba en viajar. Nosotros tampoco, pero ante la buena oferta...
Tengo recuerdos fragmentados de ese viaje, algunas imágenes, sensaciones, pequeños esbozos.
Lo interesante es que dentro de poco podré contrastar esos recuerdos con los lugares que los originaron. Voy de nuevo a Buenos Aires. Será mi propia versión de "En busca del tiempo perdido".

1. Mis desayunos eran chocolate caliente y "pastel flora", una enigmática masa de la que sólo recuerdo el gracioso nombre.
2. Había un gran parque, con frondosa vegetación, que servía de hogar a una infinidad de gatos, de las más diversas razas y colores.
3. En algún sector cerca del río (¿La Boca?) había un puente mecanizado de soberbia estructura metálica, custodiado por infantes de marina.
4. El Subte era mucho más viejo, mohoso y oscuro que nuestro Metro.
5. El zoológico tenía pocas jaulas, la gran mayoría eran fosos que albergaban animales en muchas mejores condiciones que el del Cerro San Cristobal. Allí mismo, había una enorme jaula con una pantera negra de cadencioso andar.
6. En un viaje por el delta del río, paramos en una estación fluvial bastante grande, que en su segundo piso tenía un acuario y un insectario. Allí también vendían maní tostado, y como me lo comí solo, no le saqué la cáscara roja. No me gustó. Después mis padres me dijeron que la cáscara también se la podía sacar. Ahí fue más sabroso.
7. En reiteradas oportunidades le pregunté a mis padres quién había ganado la guerra de las Malvinas. Preguntaba fuerte, claro y en plena vía pública. Era un tema sensible, y mi papá me intentaba hacer callar. Pero no lo conseguía.
8. A las piñas les dicen "ananás". Una piña es un combo. No del MacDonalds, sino que de puño.
9. Hay tormentas eléctricas súbitas y majestuosas, al cabo de las cuales vuelve a salir el sol.

30.8.06

... y Zatoichi


"Los ciegos perciben mejor a las personas"
Dentro del resurgimiento comercial del cine de artes marciales, a cargo de "El Tigre y el Dragón", "La Casa de las Dagas Voladoras", "Héroe", y por qué no, "Kill Bill" y "Matrix", Kitano nos sorprende con una película que explota otra vertiente.
Un masajista ciego recorre los pueblos del Japón premoderno. Además de masajista y aficionado a las apuestas de dados, es un excelso espadachín, sin ser un samurai. O al menos, sin dejarlo en claro. Su nombre es Zatoichi, y ya desde las secuencias iniciales queda claro que lo que ofrecerá la película es sangre luego de certeros y económicos golpes de katana.
Zatoichi nunca explica su actuar, y eso se refleja en el desconcierto de quienes le rodean. Es cautivado por un par de geishas en busca de venganza, y sin ofrecer nada, de pronto lo vemos ayudándolas. Lanza un madero a la cabeza de un loco que corre disfrazado de samurai, para que deje de gritar en torno suyo. Desbarata un clan que explota al pueblo y aterroriza a sus habitantes. Y de nada da explicaciones.
Aquí no hay nobles sentimientos bajo la violencia. No sabemos lo que hay. Salvo unos ojos cerrados y un agudo oido que le permiten enfrentarse limpiamente a todo el clan. Al menos limpiamente para Zatoichi, no así para sus oponentes.
Y por supuesto, al final se enfrenta al antagonista que conocimos al principio de la película: Hattori, un ronin dispuesto a todo por recuperar su honor perdido. Un enfrentamiento que ya había sido anticipado en el primer tercio de la película, al interior de una cantina donde ambos bebían sake.
Para mi gusto, la película tiene un aire tal vez demasiado occidental. Pero en eso también está su gracia, al introducir un sutil humor negro que juega con las supuestas buenas o malas intenciones de sus personajes. Algo que nunca queda del todo claro en el cine de Kitano.
"No se ve lo que no se puede ver"

27.8.06

Kitano...


El cine violento, o más precisamente con escenas de violencia, tiene una larga historia. Tal vez parte con ciertas películas de Orson Welles, Hitchcok, o los clásicos Spaghetti Western. Por alguna razón, se le asocia mucho al "género negro", "comedia negra" o "humor negro". Muchas películas, no obstante, se distancian considerablemente de los intentos de causar risa.
Varias de estas películas intentan hacer una apología de la violencia. Piénsese en Tarantino, sobre todo en su última "Kill Bill", donde la trama nos lleva rápidamente a empatizar con la protagonista y su forma extrema de cobrarse revancha de quienes la han maltratado. Y ese final casi angélico, cuando La Novia recupera a su hija que hasta entonces daba por muerta.
En un extremo que yo diría diametralmente opuesto, encontramos a Takeshi Kitano. Surgido desde la comedia televisiva nipona, se convierte en director y guionista de películas que explotan los aspectos más violentos de la conducta humana.
Bill, antes de disparar a la cabeza a La Novia, le confieza que el futuro balazo no es sadismo sino que "este es mi aspecto más masoquista". A diferencia de él, los personajes de Kitano golpean y matan sin decir ni una palabra. Golpean duro. Y matan, si cabe la calificación, también duro. Nada en la trama nos ayuda a "comprenderlos", menos a justificarlos.
Puede tratarse de un policía que está a la par en sadismo con el asesino a sueldo que atrapa ("Violent Cop"). O puede tratarse de un yakuza primero traicionado y luego salvado por su hermano de mafia, que huye a Estados Unidos y forma otro grupo de yakuzas junto a su hermanastro, "ganándose" literalmente su territorio ("Brother").
Es violencia que algunos considerarían gratuita. Pero por un extraño motivo, y allí está su talento como director y guionista, sus personajes cautivan, intrigan, se perciben tan humanos que su actitud viene a resultar totalmente consecuente a la vez que inexcusable.

(El martes 29 de agosto, Cinemax transmite a las 21:00 su película "Zatoichi")

9.8.06

La Puta y la Ballena


También conocida como "La Mujer y la Ballena". Al menos así aparece en la programación de Cinemax, y así la anuncian en pantalla. Aunque su real nombre es el que denosta "la profesión más antigua del mundo".
No sé si llegó al cine en Chile. Si llegó, no sé por qué me la perdí. Sólo hoy pude verla, aunque le tenía ganas desde hace tiempo.
La trama mezcla 2 tiempos narrativos, vinculados por la investigación que una catalana hace en Argentina sobre otra catalana, que pasó por la patagonia unos 60 años antes. Tango, pasión, abandono. Deseo, búsqueda, desolación. Los sentimientos de ambos relatos se entrecruzan, y las figuras de ambas catalanas van entremezclándose poco a poco. El relato que va conectando ambas historias tiene la mágica propiedad de la intemporalidad, nunca queda del todo claro a que historia pertenece, o si seguirá perteneciendo a otros relatos con posterioridad.
Una película absolutamente recomendable, aunque sea para ver en la TV (ni idea si está en DVD).

25.7.06

Contra el Periodismo

Lo reconozco, tengo un gran prejuicio con el periodismo. Lo tengo atravesado.
En concreto, con el uso (abuso, maluso) del lenguaje que hacen algunos periodistas, con dudosas intenciones (a mi parecer, no muy santas).

Ejemplo: 24 Horas Central del domingo 23 partió con la nota de "Hugo Chavez y las negligencias en su programa de ayuda médica". Venezuela ofreció un operativo médico, de tratamiento oftalmológico, no me quedó claro si a bajo costo o gratuito. Una compatriota fue a operarse de catarata, y volvió sin visión. Acá en Chile le habían dicho que las opciones de su cirugía eran un 50% quedar bien y un 50% quedar igual.
O sea, el oftalmólogo venezolano la habría operado mal. ¿Y qué carajo tiene que ver Hugo Chávez con eso? ¿Operó él? ¿Tiene conocimientos técnicos de oftalmología para haber dicho "no la opere, es riesgoso"?
Si alguno de los médicos chilenos que forman parte de la misión en Haití se manda un condoro ¿van a culpar a la Presidenta Bachelet? ¿O al Senado, que autorizó la permanencia de la misión?
Nuestra falta de cultura cívica nos puede llevar a estos excesos, que para mí llegan a ser brutalidades. ¿El último responsable de todo es el Presidente? Por favor.

Y todo esto dentro de un contexto general de crítica al comportamiento de Bachelet en la Cumbre Mercosur, donde Chávez y otros la habrían pasado a llevar, o faltado el respeto. Raro el cuento del periodismo...

23.7.06

La Belleza del Domingo


Me costó creerlo, pero no tuve más alternativa. La evidencia fue más fuerte. Hoy a las 11:00 AM se iniciaba un nuevo ciclo de las conversaciones sin tiempo de Cristian Warken.

No voy a entrar a criticar o defender a Warken. Me tiene sin cuidado la polémica de que si lucra, de que si lo hace altruistamente, y un largo etc. Lo que agradezco profundamente es el espacio de diálogo que su programa abre. Un diálogo cálido, por momentos (muchos, tal vez) complaciente con su entrevistado. Warken señala, sugiere caminos, puntúa comentarios, cita a otros (con mayor o menor tino). Se disuelve en el fondo negro del estudio y deja que el entrevistado de turno aparezca, en todo su espesor, con todo lo que tiene que decir.

Los juicios, que queden a cargo del televidente. La discusión, que se genere en la casa. Un buen inicio del domingo. Un desayuno con una larga sobremesa de diálogo y debate.

A fin de cuentas, un bálsamo para el espíritu. Un programa que debiera ser de observación obligatoria en los colegios. Una buena forma de aprender a escuchar, para luego aprender a dialogar.

(El entrevistado de hoy, Alejandro Jodorowsky, es tema aparte).

Una Belleza Nueva (en Internet)
Alejandro Jodorowsky (idem)

18.7.06

Le Mat Diplomatique


El número de este mes de “Le Monde Diplomatique” incluye un breve dossier sobre el espinoso tema de la psiquiatría en su ambiguo rol de “protector”: ¿de la sociedad o de los enfermos mentales? Dos periodistas francófonos nos interiorizan en la realidad carcelario-psiquiátrica de Francia, y dos psiquiatras lo contextualizan a la realidad de Chile y Argentina respectivamente.
Tan peculiar unión, locura y crimen, o manicomio y cárcel es, por desgracia, antigua y arraigada. En una serie que transmite el canal Sony, una madre argumentaba: “Prefiero que esté en un manicomio a que termine en la cárcel”, en relación a un hijo con discapacidad mental a su cargo, y que estaba escapando a sus capacidades de control.
Francia tiene una larga historia de problematización de este tema. Desde la separación que llevó a cabo Pinel en Bicetre, señalando a los locos y distinguiéndolos de los recluídos por crímenes o atentados a la moral, hasta los trabajos de Foucault que advierten que una y otra vez se vuelven a anudar locura y crimen, no al nivel de lo realizado por los sujetos, sino en el nivel de un discurso institucionalizado que los reúne.
Una de las tesis de Foucault al respecto señala que la Psiquiatría alcanza su validación institucional al proponer una explicación causal a crímenes que no tienen ningún motivo explícito. ¿Cómo explicar un parricidio? ¿Qué lleva a Medea a asesinar a sus hijos? Locura transitoria. Una intensa emoción que subyuga la capacidad de juicio. Despecho, celos, envidia. ¿Por qué acuchillan a un sacerdote que acaba de efectuar una misa? Delirio paranoide. Esquizofrenia. De toda esta gente eventualmente peligrosa, de todos estos criminales en potencia, nos haremos cargo. Y en el siglo XIX eso significaba reclusión en un manicomio.
Pero en los más de 150 años que median, algunas cosas han cambiado, sobre todo en lo relativo al tratamiento psiquiátrico. Sin embargo, las leyes (escritas o “en espíritu”) no han corrido la misma suerte. Los peritajes que solicitan los juzgados nos siguen pidiendo un pronunciamiento acerca de la “peligrosidad” de determinado individuo. Y luego nos los envían para que tratemos las condiciones psiquiátricas o psicológicas que subyacen a la “conducta violenta” que manifiesta hacia su esposa o hijos, facilitada por su “consumo excesivo de alcohol”, así que de paso debemos tratarlos de eso “por un lapso no menor a 6 meses”. ¿Un juez determinando un tratamiento médico? Increíble, pero cierto.
El anudamiento es antiguo y complejo. Y como todo anudamiento, es confuso y enmarañado en sus hilos. Y difícil de deshacer.

Imágen: La carta "El Loco" ("Le Mat") de El Tarot de Marsella restaurado por Camoin&Jodorowsky
Le Monde Diplomatique (Edición Chilena)

11.7.06

Divinisimo superstar


En los últimos días se ha escrito uno de los capítulos más llamativos de la historia de la locura criolla. Su protagonista ha sido José Pizarro, también conocido como “el Loco del Carrito”, “el Bioquímico”, o como el gusta autodenominarse: “el Divino Anticristo”, o a veces simplemente “Isabelísima”. Los coprotagonistas han sido algo más anónimos que él, pero no por eso deben ser dejados sin mención: se trató en general de las personas que viven, trabajan, estudian o deambulan por el barrio Lastarria, y que pusieron la voz de alerta ante su súbita desaparición, en alguna incierta fecha de mayo o junio.
El Divino Anticristo es sin duda uno de los locos más emblemáticos de Santiago. Loco en el más amplio y antiguo concepto, con toda su carga de aceptación y exclusión. Un habitante marginal de la ciudad, pero de un margen tal vez demasiado próximo e interpelador. Trasgresor impune de las leyes de convivencia, ofensor del pudor con su transexuada vestimenta, misógino insultante de las “tipiquísimas”. Especie de reverso biotípico del Quijote, embestidor de micros amarillas y buses transantiago al mando de su enchulado carro de supermercado. Su vípera lengua se desata en presencia de un delantal blanco, su puño irascible se alza hacia las Torres San Borja: “Les voy a nombrar a los únicos médicos que valen: Ernesto Ché Guevara y Salvador Allende…”. Su desenfado le había ayudado a eludir por años a la amenazante “Internación Administrativa”.
Durante casi 10 años compartimos el nicho urbano del sector Portugal-Lastarria. Su venta de cachivaches esparcidos sobre un paño en la vereda abundaba en botellas de diferentes tipos (vacías, por cierto), libros usados, artículos de escritorio rescatados de la basura, prendas de vestir (íntimas y no tanto), maquetas “recicladas” de los estudiantes de arquitectura del barrio. Y por cierto sus escritos. O los escritos del Divino Anticristo, que es como están firmados. Desde hojas tamaño carta con el sugerente título de “¿Parece que no saben que es cierto que yo soy una mujerísima?” hasta revistas de artesanal encuadernación sobre “Con cuatro cohetes se solucionan las emergencias en helicóptero ta”. (Los helicópteros son otra fuente para sus deslenguados comentarios). En mi última visita a Santiago incluso creí divisar a la tenue luz del alumbrado público una “Antología del Divino Anticristo”, pero mis ojos me pueden haber jugado una mala pasada.

– ¿Por qué Divino Anticristo?
– Nietzche escribió el Anticristo porque ahí me anunciaba. Él es un escritor del pasado que escribió sobre mí en el futuro.
– O podría ser él el del futuro, y escribió porque supo de ti en el pasado. Con este asunto del eterno retorno…
– No – su mirada perpleja tenía un tinte de desprecio, mientras remarcaba sutilmente cada palabra –. Él era un escritor del pasado que anunciaba el futuro.

Fin de la conversación. Lo del tiempo relativo o los juegos lingüísticos no iban con la situación. Salí raudo con su “¿Parece que no saben que soy enciclopédico?” debajo del brazo.

El capítulo en cuestión comenzó (al menos para mí, a muchos kilómetros de distancia) con la entrada al blog de un biólogo de la Universidad Católica, que trabaja en Marcoleta con Portugal. Mostraba una foto del Divino Anticristo en la calle, con falda y pañuelo en la cabeza, y al lado una en la “Clínica Psiquiátrica Normita Fournet” (el nombre en sí ya resultaba surrealista: “normita”). Luego vinieron las menciones al artículo publicado en el The Clinic del 15 de junio, una nota en el decano de la farándula (LUN, 26 de junio), y una seguidilla de artículos en diversas páginas web y blogs, la gran mayoría relatando con estupefacción lo ocurrido y recibiendo infinidad de comentarios.
Su historia abunda en preguntas sin respuesta. Que si estudió en el Lastarria. Que si fue compañero de Schaulsohn. Que si se trastornó al incendiarse su casa. Que si fue herencia por línea paterna. Que si sus estudios de bioquímica hicieron que “se chalara”. O si fueron de letras, de ingeniería, de medicina, o de un largo etcétera.
Sobre su inofensividad no pongo las manos al fuego. Durante mi internado en la Posta Central, un médico me aseguraba haber atendido a una “tipiquísima” con un ladrillazo puesto en su occipucio, aderezado con una abundancia de improperios. Resultado: TEC cerrado. En otra ocasión recuerdo que se le imputaron varios pequeños incendios en los jardines del frontis de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Chile, por calle Portugal. Resultado: acoso de los guardias, que lo increpaban para que hiciera abandono de los jardines. Contra-resultado: improperios de vuelta y un críptico rallado con spray en el frontis:
Divino anticristo agente oficial del que vino.
Se visten de mujer no son Cantinflas. Las maricas valen mucho.
Alumnitos de la U discípulos de maricones ta.
Anticristo persona grata po.
Inexorable cachai.
Divino. El César ta puntitos rápidos.
Inprovistumpagcrashtapougclinlilinpunk.


Los blogs de quienes frecuentaban el Barrio Lastarria comenzaron a hablar de él, a poner sus fotos. Apareció un banner por allí, un blog “oficial” por allá liberenalanticristo.blogspot.com. Se convocaba a “La marcha de los pañuelos” para el sábado 1 de julio a mediodía, en Merced con Lastarria: todos con pañuelos en la cabeza, falda opcional. Su imagen, anteriormente fundida en el paisaje urbano, comenzaba a multiplicarse y divergir en muchos otros que de alguna manera lo reconocían como integrante de su entorno. Algunos ya habían ido con pancartas a la clínica, a manifestar su apoyo y a pedir su “libertad”.
La noche del 30 de junio, fue “dado de alta” por la división de la Municipalidad de Santiago que había gestionado su internación. Desconozco si habrá asistido a la marcha en su apoyo, o si habrá recibido el carro de supermercado que estaban solicitando para reponer el que le habían requisado. ¿Habrá vuelto con o sin máquina de escribir a la calle? Los que lo han visto dicen que volvió de pantalón y luciendo su incipiente calvicie. Con menos cachureos a la venta. Más limpio.
Los comentarios en la blogósfera fueron variados, pero sobre todo llamativos. Desde los que dudaban de lo inapropiado de su enclaustramiento, hasta los que abogaban por el respeto a su decisión de vivir como él lo hace. (¿Es la locura una “elección”? Parece que muchos piensan eso). Alguien se daba a conocer como “Ricardo”, su hermano, y agradecía la internación como una vía a la recuperación, que le permitiría a sus hijos por fin conocer al mítico “tío José”. Otros enrostraban a los defensores de la libertad su acomodada situación social que les permitía ver al Divino Anticristo como “pintoresco” y “decorativo” en un barrio. ¿Es respeto? ¿Es aceptación de la diferencia? ¿O es la necesidad de tener a alguien a quien señalar como “el otro”, “el distinto”, a fin de cuentas “el loco”?

20.6.06

El enigma


Su sonrisa se dibujaba tenue al contraluz. Sus pasos se grababan silenciosos en la tibia arena del atardecer, mientras avanzaba con la vista al frente, intentando atrapar aquel horizonte lejano.
¿Qué pensamientos evocaba? ¿Qué recuerdos inaccesibles de ocasos en otras arenas?
Mientras, yo me perdía en la ensoñación. Su figura recortada al aire, al sol tan cercano en esa tarde, al viento que ondulaba su largo pelo... que pronto dejaría de ser largo, una vez más.
"A veces siento que la gente que está conmigo sabe tan poco de mí, una mínima parte de lo que soy, de lo que hago, de lo que pienso..." Tus palabras me sonaron frescas, como si las estuviera oyendo por primera vez. Así, exactamente así, te sentía en ese momento: un enigma, hermoso como todo enigma, anidando la secreta y total comprensión de sí para quien supiera hallarla, para quien encontrara la oculta clave.
Me sonreí, y en complicidad con el rumor del oleaje, apreté el botón que me abría esa anhelada revelación.

16.6.06

El Espectador

Escarbando en la biblioteca he encontrado una serie de 6 libros bajo este nombre. No son actuales, pero iluminan la actualidad, la vida cotidiana. Es una serie de libros escritos por Ortega y Gasset desde el 1910, en los cuales reune artículos, ensayos y en general textos sobre diversas situaciones, experiencias o cuestionamientos. Sí, parece un blog, pero impreso y de hace una centuria atrás.
La claridad es su don. También la prosa ágil, el humor negro (bien dosificado), la crítica social y política a su entorno. A su "circunstancia", como el gustaba llamarla.
Es fácil encontrar en sus reflexiones la simiente del posmodernismo. Ya en el primer texto, en la sección "Confesiones del Espectador", plantea que la realidad es una, pero depende de la perspectiva del que la mira la descripción que de ella puede hacerse. El discurso, la anhelada "verdad", es inseparable del que habla.
Su lectura ha constituido en estos días invernales un verdadero placer para mi gélido cerebro. Ojalá comparta con tan ilustre tocayo algún gen de lucidez, de observación, de agudeza. Mientras tanto, sus textos iluminan mis tardes.

8.6.06

¿Y que paso con la bicicleta?


Corrían años turbulentos en Chile. Tal vez era el 84 u 85. Las protestas y paros estaban a la orden del día. La bullanza económica del dolar a 35 había quedado atrás. Había poca plata, y las cosas para muchos estaban duras.
En ese escenario, el Innombrable (o alguno de sus Sicarios) hace el gran anuncio: se entregarán bicicletas a los chilenos, servirán como medio de transporte gratuito, el sueldo mínimo cundirá más. (De paso el ciudadano se nos cansa pedaleando de ida y vuelta al trabajo, y ya no le queda energía para protestar, pero eso es algo agregado, no la esencia de la idea).
Idea por lo demás bien recibida y, oh, profundamente ecológica en un momento en que Santiago comenzaba a hacerse irrespirable.
Pero pasó el tiempo y las bicicletas no aparecieron por ningún lado. Y las protestas siguieron, y bueno, todo el resto es historia conocida.
Algunos años después, me recuerdo oyendo la vieja radio Sony negra, de un parlante, sintonizada en Radio Umbral. Y ahí estaba Florcita Motuda, recordando la oferta y lamentándose de su incumplimiento: "¿Y qué pasó con la bicicleta...?", cantaba mientras yo me reía de la triste anécdota, "... te echaste pa' trás..." increpaba al oferente desentendido del tema a esa altura, con muchas otras preocupaciones, entre otras un plebiscito que se venía encima...

Bicicletudos en Chile:
Arriba'e la Chancha (Ciclistas Urbanos)
Movimiento Furiosos Ciclistas

6.6.06

El dia de la bestia


En esta fecha tan sugerente, nada mejor que olvidarse de los sobremarqueteados "remakes" y disfrutar una vez más de un filme clásico, hilarante, deschavetado y alucinógeno como éste, que toma su nombre de un día como hoy...

23.5.06

Los discursos (ajenos) de los sueños


La conversación del domingo en la mañana derivó directamente de haber visto "El camino de los sueños" (Mulholland Drive) el sábado por la noche. La curiosidad por saber qué habían pensado otros sobre el filme me llevó a una página web en que los fans debaten y proponen teorías explicativas.
Es la segunda vez que veo la película. La primera vez rechacé el buscar una explicación "lógica" a la trama narrativa. Mi pregunta era "por qué", "para qué" encontrar una explicación, siendo que se sostiene a sí misma desde el lenguaje fílmico y visual. Esta vez pensé lo mismo, pero me intrigó el por qué muchos buscan darle una lectura desde la lógica; lectura que inevitablemente es una reinterpretación.
La conversación partía de la premisa de que la película tenía una estructura visual y narrativa de carácter "onírico". ¿Y en qué consiste esto? ¿Cómo llegamos a definir lo "onírico"? El discurso del sueño nos resulta inaccesible. Llegamos a él a través del recuerdo que tenemos por la mañana, y de la reconstrucción que hacemos de la infinidad de imágenes que conservamos (o que suponemos que conservamos). El relato no es el del sueño, sino que es el relato que nosotros hacemos del sueño. El discurso del sueño es un discurso prestado (por nosotros), le es ajeno, y por lo tanto puede ser tergiversado sin apelación. El sueño lo reconstruimos otorgándole elementos interpretativos propios.
¿Y cómo podemos llegar a catalogar algo de "onírico"? La conversación en ese punto se volvió más difusa, pero en grueso la idea era que en el sueño visualizamos situaciones que escapan a la lógica convencional sin que esto nos genere extrañeza (durante el soñar mismo, sí al despertar y recordarlo). Una persona puede ser 2 o 3 a la vez, y nosotros como si nada. Y por otra parte, lo visualizado en el momento no es contrastado con lo inmediatamente pasado (buscando una explicación) ni se usa para anticipar lo venidero (haciendo una predicción). Se podría decir que el sueño es la vivencia más perfecta del aquí y ahora, de una total sintonía emocional con lo que nos está ocurriendo. La gran mayoría de las veces no intentamos modificar lo que está ocurriendo, sino que nos limitamos a vivirlo.
Por supuesto que toda esta matinal disgresión queda al alero de la gran paradoja arriba mencionada, que estamos hablando del sueño sin estar en ese momento soñando, sino despiertos. Y debemos resignarnos a nunca poder oir directamente el discurso del sueño.

La página de fans de Mulholland Drive
La página oficial de Mulholland Drive

20.5.06

El flujo poetico


Lo de "Chile país de poetas" es algo que oigo desde que tengo uso de razón. Sin embargo, no recuerdo que en el colegio me hayan hecho leer poesía dentro de la asignatura que por aquel entonces se denominaba "Castellano".
Creo que el primer profesor que nos hizo relacionarnos más directamente con ella fue el de música, que en su afán de interiorizarnos en los devenires del "ritmo" nos hizo memorizar diversas poesías y declamarlas con diferentes ritmos y entonaciones. Buen método, pero aislado y no replicado por otros docentes.
Sin duda comencé a tomarla más en cuenta en aquellos extraños años de la adolescencia. Mal que mal, poesía es tradicionalmente sinónimo de romanticismo. Debo haber partido con alguna de las "Antologías" de Editorial ZigZag... Nada del otro mundo. Mistral, Neruda, españoles varios. Pero me resultaban distantes, su vibración no iba con el momento que vivía.
Así buscando llegué a Parra. Su "Obra Gruesa" fue un fiel compañero durante muchas clases de Historia, en que disimulado dentro del texto oficial del curso me permitía amenizar esas eternas peroratas sobre las obras de los gobiernos de La República.
Después vino Benedetti, con esa extraña fusión de poesía cotidiana-pomposa-comprometida-desencantada. "Inventario I" desplazó a Parra, al menos por un tiempo.
La universidad fue casi un temporal. Desfilaron ante mí Huidobro, Lihn, Teillier, Uribe, Borges (... Borges...). Hasta llegar al gran visceral que es Gonzalo Rojas, al que comencé a seguir por el circuito de lecturas universitario del 99 al 2001.
Finalmente abandoné los grandes volúmenes y llegué a los pequeños libros, casi de bolsillo, esos que pueden andar por meses dentro del bolso sin importunar, y que permiten salvar los breves momentos de tedio del día cotidiano con palabras comunes que forman susurros reponedores.
¿Hacia dónde seguirá este flujo?

18.3.06

Cuando James Bond deja de ser James Bond


A través de decenios (de años y de filmes) las historias de James Bond mantienen el mismo esquema. Siempre es un absoluto desconocido, excepto para el Servicio Secreto de Su Majestad. Nadie lo conoce fuera de su agencia.
Agrupa en torno de sí todos los íconos de la masculinidad de masas: automóvil último modelo full equipo, tecnología inimaginable para un ciudadano común, arrojo temerario, destreza en todas las formas de lucha y en el uso de todas las armas, seducción garantizada de cuanta chica guapa se cruce por su camino. Arrogante y jactancioso. Es el héroe a escala humana, el que no está atado a ningún rígido código ético salvo el de su supervivencia, el que no desperdicia ningún instante que le pueda reportar hedonismo ni incremento de su egolatría.
Y filme tras filme, la secuencia de seducción de la "chica Bond" se mantiene: todo su arsenal está dispuesto para finalizar en la escena de alcoba a media luz. Hasta ahí James Bond es el seductor por antonomasia.
Sin embargo, la escena siguiente también se repite en cada filme. El alba sorprende a Bond tanteando el lecho y, con desconcierto, buscando a su pareja. Pareciera no recordar quién ha estado con él. Pareciera no saber qué hace en ese lugar. Pareciera no saber cuál es su propia identidad. James Bond deja de ser James Bond. Está sin armas, sin tecnología, sin ropa y sin arrogancia.
El momento es breve. Por lo general algún ruido sospechoso lo hace despabilarse del todo, incorporarse brúscamente y tomar el arma que guarda bajo su almohada. Y todo vuelve a ser como antes, y el héroe ya está dispuesto para continuar la misión que le ha sido encomendada. Y volvemos a reconocer al Agente Secreto que, al menos por un momento, fue secreto incluso para sí mismo.

23.2.06

En busca de Proust


“En Busca del Tiempo Perdido" es un libro que todo psiquiatra debiera leer
(Dr Mario Gomberoff, Maestro de la Psiquiatría Chilena 2005)


Estas palabras, oídas en alguno de los seminarios del Profesor Gomberoff el año 2002, quedaron dando vueltas en mi cabeza. Su convicción resonó en mi espíritu de lector empedernido. Pero el tiempo, aquel escurridizo término, aún tenía cosas que mostrarme.

1. La búsqueda
A fines del 2003 y abrumado por una insostenible inestabilidad afectiva, mi búsqueda de un terreno firme me llevaba por múltiples caminos. Busqué el poder iniciar un proceso de psicoterapia, muchas decisiones importantes me agobiaban, y necesitaba canalizar, o si prefieren sublimar, mi angustia de aquel entonces.
Dos proyectos obsesivos surgieron en mí. El primero, recoger el pañuelo arrojado por el Profesor un año atrás, y leer de corrido los 7 tomos de Proust. El título era más que apropiado a mi estado anímico, no dejaba margen de duda acerca de cual era mi objetivo de ese momento: nada más y nada menos que encontrar el tiempo (mi tiempo) perdido. El segundo proyecto tenía un cariz similar: leer en orden cronológico la obra narrativa de Henry Miller, una forma de sublimación que, suponía yo, tenía más que ver con mi situación de vida de esos días.
Finalmente mi decisión recayó en Miller, y arremetí contra sus Trópicos, emborrachándome en sus disquisiciones sobre la obra artística, sobre el deseo, sobre la vida cotidiana y sus sorprendentes giros… Pero la industria editorial no acompañó mi decisión, y con desolación me vi privado del resto de sus novelas, que ya llevaban varios años sin editarse. Deambulé por librerías de viejos, por el Bio-bio, llamé a antiguos amigos sólo para enterarme del extravío de sus libros en manos de inescrupulosos lectores que no devuelven lo que se les ha prestado… Algo ocurría. La terapeuta a la cual luego de una gran búsqueda había arribado, me anunciaba que no podría iniciar un proceso de terapia conmigo hasta Marzo del 2004. Mi vida sufrió otros grande cambios, que son parte de otra historia… Mi intento por aferrarme a una estabilidad externa había fracasado. Sin duda mi sagaz Profesor hubiera dado más de una acertada interpretación a lo ocurrido, de haberse enterado.

2. Proust
Pero el péndulo vital volvía a acercarme al extraviado centro. La anhelada estabilidad apareció de formas insospechadas, resolví arrastrados conflictos, inicié mi terapia… lo que no cambió fue la realidad editorial, ya que Miller seguía “descontinuado”.
Corría Agosto del 2004 y el proyecto de leer a Proust volvió a rondar en mí. Pero la experiencia con Miller me hizo ser más precavido (y obsesivo). Busqué las ediciones que estuvieran en reimpresión, y que tuvieran cierto stock en librerías. No quería un collage de libros, quería los 7 tomos de la misma editorial, con la misma edición y traducción… y la encontré. El primer día de Septiembre comencé la lectura de la monumental obra.
Fueron 14 meses y 3738 páginas repartidas en los 7 tomos. Contra el mal augurio de muchos, persistí en mi lectura mes tras mes. Desfilaron ante mí y los libros turnos, fines de rotaciones, fin de beca, vacaciones, traslados a provincia, examen de beca… El camino estaba trazado y yo sólo debía seguirlo. Eso sí, con una buena cuota de perseverancia.
El libro arranca de forma cautivante: la fina disección de los recuerdos, evocados en sus distintos componentes, en sus sensaciones y percepciones, puesto al lado de la fragilidad de nuestra memoria y de la caprichosa manera en que nos presenta estos recuerdos. Fue un suave pero ineludible torbellino que me llevó al interior mismo de la experiencia humana, de mi propia experiencia cotidiana. Un cuestionamiento a mi sensación de individualidad, un signo interrogatorio a aquella forma de pensar y sentir que consideraba tan propia y particular mía. Ahí estaba Proust describiendo obsesivas rumiaciones, sentimientos de culpa, abordando a fondo la estructura del deseo, deteniéndose interminablemente en un mismo tema, una y otra vez, sin lograr agotarlo.
En un principio intenté tomar nota de los pasajes por los cuales transcurría la obra, una suerte de hoja de ruta personal de esta aventura que emprendía. Pero era tanto lo que anotaba, que opté por introducir pequeños PostIt en los pasajes relevantes… hasta que se acabaron. Finalmente, eran tantas las notas que hubiera querido tomar, tantos los lugares a destacar, que me rendí a la lectura abandonando la obsesión.
El intento de Proust de entregar un relato que abarque toda una vida exige calma. Tal como en la vida, hay momentos memorables y otros que podemos sentir como simple relleno. Relato y variaciones del relato y variaciones de las variaciones del relato… no por nada “Las mil y una noches” aparece mencionada en varias partes del texto. Como un entrañable amigo, Proust cautiva, entretiene, agobia con sus cavilaciones, se vuelve detestable por momentos… tal como nosotros mismos en nuestras cotidianas reflexiones.
Sin apelar a ninguna teoría psicológica desde el punto de vista de un experto, es capaz de dar profundas descripciones del deseo, de los celos, de la construcción de la realidad, del mundo intersubjetivo, de la inseparabilidad del artista con su obra de arte. Y de la inseparabilidad de nuestro mundo subjetivo y lo que definimos como “real”: casi, por momentos, como un moderno representante de las ciencias cognitivas… ¡si hasta llega a plantear la discontinuidad del “yo” a lo largo de la vida!
Y ya sobre el final, hace una maravillosa reconstrucción de su obra (y de su vida), da una nueva mirada a los momentos más significativos, y hace cobrar todo el valor que no vió en su momento a aquellos que sólo desde la experiencia se logran sopesar correctamente. No por nada Raoul Ruiz escogió este tomo para su hermosa película.

3. El cierre de la Gestalt: La vuelta a Miller
Al finalizar el último tomo, y con una confusa mezcla de sensaciones en el cuerpo, quise decantar la experiencia. Me marginé de la lectura formal, y sólo al cabo de 2 semanas me dispuse a buscar un nuevo libro que leer. Me encontré en un estante con las “Cartas a Anais Nin” de Henry Miller, y me pareció adecuado el formato de “carta” para retomar la lectura. Así sólo leía breves páginas por vez, sin una trama prestablecida, podía intercalar otros textos… Pero las primeras páginas me deparaban un insospechado hallazgo.
Durante 1932, época en que escribía “Trópico de Cáncer” y enviaba cartas a su nueva amada, Miller devoró “En busca del tiempo perdido”, y las impresiones que le causó su lectura eran tema de varias de las cartas a su amiga escritora. Su asombro era similar al mío ante la obra de Proust: también sentía esa profunda interpelación a lo que consideramos “nuestra vida”, a la vez que sentía plasmado en el libro una forma de sentir que consideraba como propia de su ser.
¿Era esto lo que al Profesor Gomberoff le llevaba a recomendar la lectura de Proust? ¿Esta sensación de que no somos tan únicos como pensamos, que en términos generales el “mundo interno” se rige por los mismos patrones de un individuo a otro, incluso en aquello que consideramos como más propio? Difícil saberlo sin preguntárselo.
De cualquier manera, vaya a través de estas líneas mi agradecimiento al Profesor por haberme inducido a tan sorprendente lectura. Por cierto que me sumo a su recomendación.

(Artículo originalmente publicado en el Nº 1 de "Laxitud 33", órgano oficial de la Asociación Libre de Becados de Psiquiatría, Diciembre 2005).
"Una imagen de Proust" por Walter Benjamin

28.1.06

Dream Anatomy


La relación del hombre con su cuerpo es un tema universal, que por milenios ha sido problematizado de diversas maneras por distintas culturas. Nuestros ancestros culturales más directos, los griegos y romanos,abordaban este tema tanto desde la filosofía como desde la medicina, a través de una serie de indicaciones y consejos acerca de como "administrarnos" a nosotros mismos; y es que para ellos el cuerpo era el asiento del intelecto, de la razón, del alma, y como tal tenía que estar a la altura de tan precioso don alojado en él.

Si bien en esa época había ya un interés por la materialidad del cuerpo y su organización, no es sino hasta el siglo XV cuando el avance en las técnicas de impresión de imágenes y nuevas tecnologías gráficas permiten que este tópico cobre un renovado vigor. Desde el afán universalista de Da Vinci y el afán anatomista de Vesalio, una serie de nuevas investigaciones se despliega hasta nuestros días.

El método de la disección, la observación directa del cuerpo humano en el cadáver cuidadosamente explorado, fue foco de renovadas prohibiciones sobre todo desde el mundo eclesiástico. Por este motivo, muchas de las investigaciones fueron llevadas a cabo en secreto, y se recurrió a los artistas para que graficaran estos hallazgos. El resultado fue un gran número de imágenes obtenidas de la realidad que se fusionaron con elaboradas imágenes surgidas del "imaginario" de su época.

De allí el título de Dream Anatomy que tiene esta interesante recopilación de ilustraciones, acompañada de un discreto análisis histórico. Y es que el verdadero peso, la verdadera llave de acceso a este imaginario, son las imágenes mismas.

Dream Anatomy es una iniciativa del NIH (National Institutes of Health)
Un análisis más acabado sobre la relación del hombre con su cuerpo en las culturas griega y romana se encuentra en la Historia de la Sexualidad de Michel Foucault, tomos 2 y 3 respectivamente.

21.1.06

Detectives Salvajes


Estoy leyendo esta buenísima novela de Roberto Bolaño (nada que ver con Chespirito, como pensó en su momento una fémina). Su primera parte es en lo formal una novela de iniciación adolescente: rebelión contra la autoridad familiar, rebelión contra la autoridad social, rebelión contra los convencionalismos culturales, iniciación sexual...

Sin embargo, de algún modo que no tengo muy claro, tal vez a nivel emocional, me recuerda a Sobre Héroes y Tumbas de Ernesto Sábato... aunque no hay muchos puntos en común desde la historia narrada. Tal vez tenga que ver con la sordidez de algunos personajes, sobretodo los femeninos...

14.1.06

Coffee & Cigarettes


A Vallenar es poco el cine que llega. La gran mayoría de las veces películas infantiles o "todo espectador", que cumplan el requisisto de "entretención para toda la familia" para las matinés de los fines de semana (no todos, por cierto; tal vez 2 en el mes). El cine-teatro-centro cultural local tiene un cierto parecido al añorado Normandie, con su platea alta en desuso, sus butacas de madera con revestimiento de tevinil, su sonido de transistor viejo...

Así que en mi último viaje a Santiago aproveché para ir al Cine Arte Alameda a ver la última película estrenada en Chile de Jim Jarmusch, Coffee & Cigarettes. Grande fue mi sorpresa al ver que un joven subía al escenario premunido de un control remoto, apuntaba al techo y prendía el DataShow que colgaba casi sobre mi cabeza. A pantalla completa apareció el Menú del DVD, activaron Subtítulos: Español, y comenzó la función. Confieso que no lo esperaba así...

La película es una sucesión de 11 cortos, algunos filmados por Jarmusch hace bastantes años, y que finalmente fueron reunidos y lanzados como película el 2003. Cada corto tiene 2 o 3 personajes, muchos de ellos conocidos actores o músicos que se interpretan a sí mismos compartiendo café (o té en una ocasión) y cigarrillos. Historias breves, en las cuales nada trascendental sucede, con el gusto a una conversación de café sin ningún apuro...

El hilo temático lo constituye Nikola Tesla, aquel magnífico inventor de principios del siglo XX, y su teoría de que el mundo es un gran resonador de sonidos. Así cada historia, desconectada de la otra en tiempo y espacio, repite ciertos pequeños elementos, o matices emocionales, o trozos de diálogos, consiguiendo una suerte de unidad temática evocada por la dupla de cafeína y nicotina.

Coffee & Cigarettes, dirigida por Jim Jarmusch, 2003
www.coffeeandcigarettesmovie.com

Más sobre Nikola Tesla en Wikipedia: Nikola Tesla

12.1.06

El debate Chomsky-Foucault


Esos sí que eran debates... El año 1971, un canal de televisión holandés transmitió este debate histórico.
Chomsky contaba con 43años, y se encontraba como profesor de Lenguaje y Lingüística Modernos en el MIT. Foucault, de 45 años, había sido recientemente nombrado profesor en el Collège de France de la cátedra Historia de los Sistemas de Pensamiento.

El debate constó de 2 partes, bajo el tema general de la "Naturaleza Humana".
En la primera se debatieron los principales postulados de cada uno en relación a la generación de nuevo conocimiento en el ámbito de la ciencia. El enfasis de Chomsky estaba en la estructura de la mente humana que permite el surgimiento de las teorías científicas, mientras que Foucault abogaba por las estructuras sociales, principalmente el poder y su relación con el sujeto, como condicionador de los "avances" de la ciencia desde el siglo XVII.
En la segunda parte, el debate giró hacia la política y su relación con el hombre y la sociedad.

Es decidor del espíritu de la época el tipo de intervenciones que tenía el moderador. Intentaba una suerte de debate de Norteamérica vs Europa, casi como si de la Guerra Fría se tratara. La gran mayoría de las veces, intentaba que los argumentos de ambos se plantearan como opuestos, y que se pudieran marcar claramente las diferencias y oposiciones entre ambos. Resulta claro que ambas posiciones y líneas de trabajo no son incompatibles, sino complementarias, y así lo dejan ver en varios momentos ambos pensadores.

La transcripción del debate (en inglés) se encuentra en Human Nature: Justice versus Power (Noam Chomsky debates with Michel Foucault)
(He buscado versión en español, pero solo he encontrado fragmentos).

Más sobre Chomsky en www.chomsky.info
Más sobre Foucault en foucault.info

7.1.06

El Maestro de Go


El Go es un milenario juego oriental que se desarrolla entre 2 contrincantes sobre un tablero de 19 x 19 líneas, usando fichas blancas y negras en forma alternada. Cultivado por la Corte Imperial y Monjes Budistas, el Go alcanzó su máximo esplendor al ser incorporado al entrenamiento de los samurais, quienes gobernaron en la práctica al Japón por 7 siglos, hasta 1868.

70 años después, Yasunari Kawabata (Premio Nobel de Literatura 1968) fue enviado por un periódico de Tokio a cubrir el último campeonato del Maestro Shusai Honnimbo. Corría el año 1938, y durante los cerca de 7 meses que duró la partida, Kawabata escribió las 64 entregas que aparecieron en el periódico, y que permitían seguir el torneo desde todo el país. Posteriormente convirtió este material en una novela, pero manteniendo inalterable la "crónica fiel" que le había sido encomendada.

El relato va mucho más allá del mero reporte de un juego. Está centrado en la dramática confrontación entre la tradición y la modernidad, encarnada en Shusai y Otake respectivamente. La tradición había hecho del Go una forma de vida, y al Maestro una encarnación de valores e ideales a los cuales se le debía respeto y veneración. Los nuevos tiempos traían una renovación, con torneos normados más allá de lo que ocurría en el tablero, con jugadores profesionales que competían "para algo" (un título, un premio) y no "por algo". Una renovación que conducía a un juego que lentamente se desencarnaba de su jugador.

Como en otros textos de Kawabata, los capítulos del libro a menudo no siguen un orden cronológico. Muchos se cierran sobre sí mismos, y abordan un tema o un aspecto del relato desde muchos momentos distintos de la temporalidad de lo narrado. Capa sobre capa, y sin ninguna prisa, nos conduce al momento en que una tradición es desafiada y derrotada irremediablemente.

Fragmentos

"Había sido un observador pasivo de las disputas en Hakone y las que siguieron. No eran asunto mío, y yo no había emitido mi opinión. Aun ahora no me pedía un consejo. Sólo me informaba de su decisión. Sentado a su lado y al escuchar sus tribulaciónes, sin embargo, sentí por primera vez que debía hablar, y que además podía ofrecer mis servicios como mediador.
Hablé con osadía. Dije que, como desafiante en este último juego del Maestro, él peleaba por un lado en un combate individual, pero que también peleaba en una batalla más vasta. Que era el representante del nuevo día. Que estaba inmerso en las corrientes de la historia. (...)"

"El Maestro había colocado el juego a nivel de obra de arte. Era como si la tarea, semejante a una pintura, hubiera sido manchada en el momento de mayor tensión. Ese juego de negro contra blanco, de blanco contra negro, tenía el designio y las formas de una creación artística. Tenía el vuelo del espíritu y la armonía de la música. Todo se desvirtuaba si sonaba una nota en falso, o si una parte del dueto repentínamente se salía de la forma y entraba en un excéntrico desarrollo propio. La obra maestra de un juego podía arruinarse por la insensibilidad de sentimientos de un adversario. (...)"

"El Maestro de Go", Yasunari Kawabata
Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 2004

Sobre el Go
Asociación Chilena de Go www.igochile.cl
Asociación Argentina de Go www.go.org.ar

2.1.06

Franjas de Cielo

(Durante el año 2004, se desarrolló un Taller de Narrativa para Psiquiatras al alero de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile. El presente texto fue concebido al finalizar dicho Taller).

Parto de la imagen de un libro de Paul Auster. Un hombre ha decidido abandonarse a su locura, a su identidad en fuga. Se refugia en un callejón sin salida de Nueva York. Postrado entre los contenedores de basura, su única referencia del paso del tiempo son los cambios de luminosidad en la franja de cielo que divisa más allá de los rascacielos. No hay hombres, no hay días. Sólo rostros de espejismo a la distancia.

Puede que la descripción que Auster da en su libro no coincida con mi recuerdo, pero esa franja de cielo me lleva a otra, captada por una cámara de video. Un hombre en el lado izquierdo de la imagen mira despreocupadamente hacia arriba. Un edificio al lado derecho muestra en uno de sus costados la silueta de un avión. La imagen tiembla, el hombre se sobresalta. Tal vez grita. La franja de cielo más allá de los rascacielos comienza a oscurecerse con un tono rojizo. No hay rostros. Tampoco espejismos.

Cuando esas imágenes se grabaron en mi memoria, aún no tenía la costumbre de mirar al cielo. He de reconocer que fue un hábito tardío.

Primero fue la búsqueda de gárgolas y otros animalejos similares, esculpidos en las cornisas del barrio antiguo. Miradas pétreas que en ocasiones se cruzaban con la mía, develándome el estático paso de las sombras por sus cuencas de granito. Esas nunca pudieron mirar al cielo.

Pero yo admiraba a las otras, a las que sólo contaban con las nubes para interrumpir su incesante escrutinio del infinito. Acaso creía encontrar en ellas cierta transfiguración de mi odio a lo cotidiano, a ese ineludible enfrentamiento día a día con mi monótono andar. Cuando el desprecio se apoderaba de mí, intentaba vaciar mi mirada y dirigirla hacia la altura.

Se comprende así que mi segunda adquisición fuese el hábito de mirar al cielo desde la altura. Las azoteas de los edificios eran mi refugio cada vez con mayor frecuencia. Desde allí la franja de cielo se ampliaba, hacia los lados, pero también hacia arriba. Era como si mi mirada fuera capaz de abarcar cada vez hasta mayor altura. Sentía que alcanzaba la nitidez azulosa de ese vacío lleno de significados que se abría ante mí.

Compadecía al personaje del libro de Auster, por su imposibilidad de ver más que una mera franja de cielo. Pero más intensamente que la compasión sentía un profundo desprecio por su voluntario abandono, por su mendigar carente de virtud, por su ascetismo sin fundamento.

Desde entonces mucho tiempo ha pasado. Gárgolas, libros, azoteas, imágenes televisivas.

Hoy, mientras este dolor en mi espalda me paraliza lentamente, aún logro ver una franja de cielo. Reflejada en el charco frente a mi cara, va oscureciéndose con un tono rojizo que borra su fondo de piedra insondable.

(Texto publicado en el Nº 2 de "Laxitud 33", órgano oficial de la Asociación Libre de Becados de Psiquiatría, Abril 2006).