5.7.10

Ceremonias de Iniciación: Nacimiento, Muerte y Renacimiento


En el habla cotidiana el proceso de nacimiento es denominado, en términos técnicos, “parto”; pero también se hace referencia a él en forma más coloquial como “dar a luz” o “alumbramiento”. Recordemos aquí a Sócrates, cuyo método de reflexión filosófica era precisamente la “mayéutica”, el arte de dar a luz.
La gran mayoría de los Ceremoniales de Iniciación, tanto primitivos como actuales, involucran ciertos procesos de purificación y pruebas simbólicas, a las cuales son sometidos los recipendarios como una etapa previa a adquirir su carácter de "Iniciado".

En Grecia, era habitual hacer un juego de palabras entre “iniciación” (teleisthai) y "morir" (teleutan), llegando incluso a expresar Platón: “Morir es ser iniciado”. Y es que dentro de estos mismos ceremoniales, es habitual que exista una etapa en la cual se experimenta algún tipo de contacto con la muerte, sea la del propio recipendario de una manera simbólica, o mediante objetos o animales que la evoquen.
En ocasiones, las Ceremonias de Iniciación constituyen un "rito de paso", después del cual el sujeto que la experimenta nunca volverá a ser el mismo (ritos de pubertad, adquisición del título de chamán, etc.) En otras ocasiones, estas Ceremonias se repiten de tiempo en tiempo y conforman procesos cíclicos, por lo general asociados a ciclos naturales o cósmicos.

El filósofo e historiador de las religiones Mircea Eliade, en su libro “Nacimiento y Renacimiento”, reseña de esta manera los Misterios de Eleusis de la Antigua Grecia:


«Comenzaba con purificaciones. A continuación al mystés [iniciando] se le cubría la cabeza con una tela, y era conducido al telesterion [lugar de iniciación], donde se sentaba en una silla sobre la que se hallaba extendida una piel de animal. Todo lo que sucedía a continuación no son sino conjeturas. Clemente de Alejandría (Protrepticus, II, 21) ha preservado la fórmula sagrada de los misterios: «Ayuné, bebí el kykeon, abrí el baúl, y tras realizar el acto lo puse en la cesta, y de la cesta de nuevo en el baúl». Finalmente, el segundo grado de la iniciación incluía la epopteia. El mystés se convertía en el epoptes, "el que ve". Sabemos que se apagaban las antorchas, se corría una cortina, y el hierofante aparecía con una caja. La abría y sacaba una espiga de grano maduro.»


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