26.6.11

Éticas libertarias para el Tercer Milenio: el Hedonismo reivindicado

Como he mencionado en un texto previo, toda Ética se funda en último (o primer) término en una filosofía particular. En el caso específico de nuestra “cultura occidental”, el sincretismo entre la filosofía idealista platónica y el cristianismo fue institucionalizado en el Imperio Romano a partir del año 380, mediante el Edicto de Tesalónica.
A partir de ese momento entran en una oscura zona de olvido (a veces incluso en la zona de la herejía) aquellas variantes del pensamiento griego que no eran conciliables con una religión monoteísta centrada en la salvación de las almas y en la vida ultraterrena post-mortem. Aquellas filosofías denominadas materialistas, que no despreciaban la corporalidad y que defendían su relevancia en el desarrollo pleno del Ser Humano, entraban en abierta contradicción con la religión oficial del Imperio Romano y por lo tanto con la institucionalidad eclesiástica que surgió a su alero.
Éticas basadas en la legitimidad de la felicidad (Eudemonismo) o del placer (Hedonismo) son escasamente analizadas o estudiadas cuando se habla de la Filosofía en general. Michel Onfray, filósofo francés contemporáneo, recoge el desafío de presentar dichas ideas apartadas durante siglos de los discursos filosóficos habituales, y propone específicamente la validez de una Ética materialista autónoma, fundada en y para el Ser Humano. Decidido a reivindicar el materialismo como verdadera opción filosófica, y por lo tanto ética, busca develar los diversos discursos que a lo largo de los siglos han generado y sostenido el menosprecio por el cuerpo, el considerarlo como “la prisión del alma”, como un elemento ajeno a la “verdadera” esencia del Ser Humano.
En su libro “Teoría del Cuerpo Enamorado” (vaya nombre), Onfray realiza un verdadero elogio del Hedonismo, rastreando la genealogía del deseo, analizando la lógica del placer y planteando una teoría de las disposiciones. Por supuesto, todo con un sentido del humor (negro) que hace de la lectura un verdadero placer, en las antípodas de los habituales textos de filosofía plagados de academicismo platónico.
Y a propósito del ilustre Platón, dejo una cita extractada del libro en comento:

En los instantes decisivos de los combates filosóficos actuales, ¿quién se acuerda aún de que Platón, al que no le gustaban los poetas y pretendía expulsarlos de su ciudad ideal, acaricia poderosamente el proyecto de levantar una gran pira purificadora con el objeto de precipitar en ella las obras completas de Demócrito, al que aborrece hasta el punto de querer borrar su huella del planeta?

"Teoría del Cuerpo Enamorado" de Michel Onfray en Internet

10.6.11

Un pequeño esbozo de Ética para principiantes








La Ética, definida habitualmente como “la doctrina de las costumbres”, no solamente constituye un análisis filosófico de los fundamentos y fines de las conductas humanas, sino que forma parte de cada acto cotidiano que realizamos.
José Ortega y Gasset, en su texto “Meditaciones del Quijote”, señala: Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Si asumimos que esta “circunstancia” abarca tanto el entorno humano como el entorno natural en el cual vivimos, nuestro actuar necesariamente debiera buscar la armonía entre nuestra individualidad y lo que nos rodea. Las costumbres, conductas y actos estudiados por la Ética, se expresan materialmente en relación a la “circunstancia” que postula Ortega y Gasset.
El vocablo griego Ethos se traduce como “costumbre”, y lo mismo ocurre con el vocablo latino Mos (o Mores). De allí que en ocasiones ética y moral se usen indistintamente.
Aristóteles distinguía las virtudes éticas (aquellas que se desenvolvían en la práctica) de las virtudes dianoéticas (aquellas que eran intelectuales); por lo tanto, inicialmente se usaba el término como un adjetivo para clasificar a las virtudes.
En un sentido más estricto, se considera a la Ética como aquella disciplina que estudia las ideas morales presentes en las personas y en el medio social, analizándolas desde una perspectiva filosófica, y buscando esclarecer los orígenes y alcances de estas ideas. Se desprende de esta conceptualización de la Ética que distintas épocas, distintas culturas y distintos grupos humanos al interior de estas mismas culturas, pueden tener ideas y costumbres morales disímiles, ya que éstas se fundan, explícita o implícitamente, en una forma particular de entender el concepto del Ser Humano; lo que equivale a decir que se fundan en una filosofía particular.
Lo que habitualmente denominamos “cultura occidental” tiene como fuentes principales al pensamiento griego y al cristianismo, una vez que el Imperio Romano lo adoptó como religión oficial. La filosofía por muchos siglos estuvo supeditada a la religión católica, y por lo tanto la ética predominante fue de tipo heterónoma, o más precisamente teónoma, es decir, fundamentaba los principios morales en Dios y sus mandamientos. El fin último en este marco ético es la salvación de las almas y la vida eterna, lo que se conoce como ulteriorismo. Esto significó dejar de lado aspectos de la ética griega que resultaban incompatibles con las ideas morales cristianas, como aquellos que defendían la legitimidad de la felicidad (Eudemonismo) o del placer (Hedonismo) para la realización del Ser Humano. A su vez, asimiló sin mayor dificultad postulados griegos que resultaban concordantes con la Teología, como la equiparación de lo bueno con lo verdadero, ya que dentro de dicho marco ambos conceptos forman parte de los atributos propios de la divinidad.
El Humanismo post-renacentista vino a poner en tela de juicio, entre muchas otras cosas, la ética basada en una religión. Desde una perspectiva humanista resulta válido fundar las ideas morales en las facultades intelectuales o de sentido común propias del Ser Humano, lo cual hizo resurgir una ética autónoma, que ya existía en la Grecia Clásica, y que fue consolidada por el pensador alemán Immanuel Kant (1724-1804). A partir de entonces, adquiere nueva validez y fuerza la ética laica, que funda la legimitidad de los principios que postula en el propio Ser Humano.

El escritor francés del siglo XVI François Rabelais, en su libro “Gargantúa y Pantagruel”, sitúa la siguiente inscripción en la entrada de la Abadía de Thelema:
Haz tu Voluntad. Porque los hombres que son libres, bien nacidos, bien educados y rodeados de buenas compañías, tienen ese instinto natural y esa espontaneidad que les compelen a las acciones virtuosas y los aleja del vicio, y que se llama honor”.


(Un buen texto sobre el tema es "Historia de la ética", de Alasdair MacIntyre)