23.12.07

Una parabola


«Un hombre que paseaba por un campo se encontró con un tigre. Dio media vuelta y huyó, el tigre pisándole los talones. Al llegar a un precipicio,se agarró a la raíz de una vieja parra y se dejó colgar sobre el abismo. El tigre lo olfateaba desde arriba. Estremeciéndose, el hombre miró hacia el fondo del precipicio, en donde otro tigre esperaba ávido su caída para devorarlo. Sólo la parra lo sostenía.
Dos ratones, uno blanco y otro negro, empezaron entonces a roer la raíz. A su lado, el hombre vio una fresa silvestre de aspecto suculento. Aferrándose a la parra con una mano, pudo alcanzar la fresa con la otra. ¡Qué deliciosa estaba!...»


Esta es una de mis historias zen favoritas. Tal vez por la brutalidad con que nos muestra el tiempo presente, en toda su importancia y futilidad.

Está tomado de "Carne de Zen. Huesos de Zen", Editorial EDAF, S.A., Madrid, 2000.

13.12.07

Tardes de cine


Los principios de las relaciones de pareja siempre son algo tensos. Esos momentos en los cuales de cierta extraña manera se nota que hay algún grado de atracción mutua. La búsqueda de palabras cómplices, las claves gestuales que sólo la otra persona logra comprender, la mención velada a momentos o anécdotas desconocidas para el resto de los presentes. Y también esa intención de ir mostrando gradualmente el mundo propio, aquellas cosas que nos hacen felices, los momentos de disfrute.
Se entiende, entonces, es algo natural, el intentar compartir alguna afición. En mi caso, el cine. Y como además conviene parecer algo inteligente, no cualquier película. Cine arte. Normandie, Alameda, Tobalaba. Esos días en Santiago...
Pero como lo pavo no me lo quita nadie, vaya aquí un suscinto recuerdo de pastelazos en 35 mm.
Comenzaba a salir con una chica de 2°, yo iba en 4°. La cosa iba relativamente bien, aunque lento por las diferencias en horarios. Cine Arte Alameda. "Criaturas celestiales". Para quien no la recuerde, «Historia basada en hechos reales acerca del truculento asesinato cometido por las adolescentes Pauline Parker y Juliet Hulme», atormentadas porque no aceptaban su relación amorosa. Y en un intento posterior por mantener esa promisoria relación, "Tesis" «en torno a un tema tan morboso y llamativo como el de las snuff movies o grabaciones ilegales de asesinatos no fingidos». Un par de años después, tuve flor de "lapsus linguae" con esta misma chica, pero esa es parte de otra historia (demasiado técnica, hay que haber leido a Freud para disfrutarla).
Al año siguiente, otra vez me repito el papelón, me repito el cine, pero no a la chica. Esta vez con "La mujer del puerto", de la cual podemos contar que «El Marro, un marino, conoce en un cabaret del puerto a una joven y bella prostituta, Perla, de la que queda prendado. Tomasa, la madre de la muchacha, reconoce en el hombre a su hijo del que tuvo que separarse tras trágicas circunstancias. Desde ese momento el amor incestuoso de Perla y su hermano parece condenado...» Aún no me explico cómo no me dejaron solo en el cine esa tarde...
Y finalizando este breve recuento, esta vez en el Normandie, se exhibía una película antigua de Bigas Luna. Yo había visto algunos años atrás una película de él llamada "La teta y la luna", una cándida historia de un niño que no comprende porqué su hermanito toma leche de la teta de su madre y él no. Así que no dude en partir al cine con una chica a la cual había conocido unas 2 semanas atrás, y con la cual estaba saliendo. La película, "Las edades de Lulú", donde «...una adolescente de quince años comienza a experimentar todo lo relacionado con el sexo. En su andadura conoce a Pablo, un amigo de la familia que consigue encandilarla... Años más tarde, Pablo vuelve y se reecuentra con Lulú. Los dos crean su propio mundo amoroso y sexual aparte del resto, siempre rondando los límites. Pero esos límites un día se traspasan y Lulú, desvariada y confundida, entra en el verdadero infierno de los deseos prohibidos». Suerte que a la salida del Normandie, por calle San Diego, se instala un puesto de churros que con su dulzor permiten bajar la tensión, esbozar alguna sonrisa, emitir una tímida broma sobre el chascarro, y pensar "que suerte que "Mentiras" la fui a ver solo..."
Por cierto, con esta última chica ya llevo casi 4 años.