30.8.06

... y Zatoichi


"Los ciegos perciben mejor a las personas"
Dentro del resurgimiento comercial del cine de artes marciales, a cargo de "El Tigre y el Dragón", "La Casa de las Dagas Voladoras", "Héroe", y por qué no, "Kill Bill" y "Matrix", Kitano nos sorprende con una película que explota otra vertiente.
Un masajista ciego recorre los pueblos del Japón premoderno. Además de masajista y aficionado a las apuestas de dados, es un excelso espadachín, sin ser un samurai. O al menos, sin dejarlo en claro. Su nombre es Zatoichi, y ya desde las secuencias iniciales queda claro que lo que ofrecerá la película es sangre luego de certeros y económicos golpes de katana.
Zatoichi nunca explica su actuar, y eso se refleja en el desconcierto de quienes le rodean. Es cautivado por un par de geishas en busca de venganza, y sin ofrecer nada, de pronto lo vemos ayudándolas. Lanza un madero a la cabeza de un loco que corre disfrazado de samurai, para que deje de gritar en torno suyo. Desbarata un clan que explota al pueblo y aterroriza a sus habitantes. Y de nada da explicaciones.
Aquí no hay nobles sentimientos bajo la violencia. No sabemos lo que hay. Salvo unos ojos cerrados y un agudo oido que le permiten enfrentarse limpiamente a todo el clan. Al menos limpiamente para Zatoichi, no así para sus oponentes.
Y por supuesto, al final se enfrenta al antagonista que conocimos al principio de la película: Hattori, un ronin dispuesto a todo por recuperar su honor perdido. Un enfrentamiento que ya había sido anticipado en el primer tercio de la película, al interior de una cantina donde ambos bebían sake.
Para mi gusto, la película tiene un aire tal vez demasiado occidental. Pero en eso también está su gracia, al introducir un sutil humor negro que juega con las supuestas buenas o malas intenciones de sus personajes. Algo que nunca queda del todo claro en el cine de Kitano.
"No se ve lo que no se puede ver"

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