23.12.07

Una parabola


«Un hombre que paseaba por un campo se encontró con un tigre. Dio media vuelta y huyó, el tigre pisándole los talones. Al llegar a un precipicio,se agarró a la raíz de una vieja parra y se dejó colgar sobre el abismo. El tigre lo olfateaba desde arriba. Estremeciéndose, el hombre miró hacia el fondo del precipicio, en donde otro tigre esperaba ávido su caída para devorarlo. Sólo la parra lo sostenía.
Dos ratones, uno blanco y otro negro, empezaron entonces a roer la raíz. A su lado, el hombre vio una fresa silvestre de aspecto suculento. Aferrándose a la parra con una mano, pudo alcanzar la fresa con la otra. ¡Qué deliciosa estaba!...»


Esta es una de mis historias zen favoritas. Tal vez por la brutalidad con que nos muestra el tiempo presente, en toda su importancia y futilidad.

Está tomado de "Carne de Zen. Huesos de Zen", Editorial EDAF, S.A., Madrid, 2000.

2 comentarios:

Unknown dijo...

El presente vertiginoso hace olvidar ese pasado reciente y bacanoso. Como el de ayer a esta misma hora. En fin, reflexiones de 4 AM querido cuasi TOCAYO Hugo Ortega.
Se despide Víctor Hugo Ortega
Un abrazo.

Anónimo dijo...

en fin.
no soy dado a comentar ni compartir de blogs pero si dado a leerlos.
o al menos los de los amigos.
tarde-mal-y-nunca.
me dió gusto saber de tí.
me llevó a los queridos tiempos universitarios en la placa.
si vienes a stgo, llama. un abrazo,
cristóbal el Iluminado
PS: el péndulo de Foucault me pareció un libro pretencioso, autocomplaciente, fome e interminable. toda una proesa.