1.7.11

Éticas libertarias para el Tercer Milenio: Elogio de Schehrazada


La historia es conocida, pero eso no necesariamente significa que sea recordada. Comenzaré entonces por refrescar la memoria:
Cuéntase –pero Alah es más sabio, más prudente, más poderoso y más benéfico– que en lo que transcurrió en la antigüedad del tiempo y en lo pasado de la edad...”
Un poderoso Rey descubre los libertinos amoríos de su esposa con sus esclavos. Luego de darles muerte, dispone que cada noche su Visir le lleve una muchacha virgen, a quien arrebata la virginidad y manda matar al amanecer. Al cabo de 3 años, sólo quedan en la ciudad las 2 hijas del Visir, quien incapaz de desobedecer el mandato de su Rey, le lleva a la mayor: Schehrazada.
¿De qué magnitud es el poder de este Rey, para que el Visir sea capaz de enviar a la muerte a su propia hija? Su poder se sustenta en las leyes humanas, pero a la vez en la “Ley Divina”. Las religiones monoteístas originadas en el Medio Oriente (judaísmo, cristianismo e islamismo) comparten sus textos sagrados antiguos y las máximas allí presentes. Quien ostenta el poder terrenal, lo hace validado por el poder celestial; lo cual, por cierto, no es garantía de “celestialidad” en las decisiones que toma o en sus actos. El Antiguo Testamento está plagado de relatos de crímenes, asesinatos y relaciones de dominación ejercidas por los gobernantes contra sus súbditos. Y predominantemente contra las mujeres.
El relato del origen de Eva contenido en el Génesis, sea que se le considere en forma literal (existen personas que piensan así) o como narración mítica, sostiene todo un discurso de repudio y consecuente exclusión del género femenino. Surgida a partir de una costilla de Adán, es creada para hacerle compañía; pero acto seguido se vuelve instrumento demoníaco y, en su afán de probar el Fruto del Árbol del Conocimiento, arrastra al Hombre a la perdición y expulsión del Paraíso. Desde entonces, la misoginia se encuentra validada en dichas culturas, y su efecto se extiende durante milenios, hasta nuestros días y nuestra cultura.
¿Qué otra decisión puede entonces tomar el Visir? Su hija mayor será la víctima esta noche, en la próxima lo será su hija menor, y a la siguiente él mismo será el asesinado por no cumplir el mandato del Rey... si es que no decide antes huir.
La historia señala que el Visir sufre por llevar a Schehrazada, pero no refiere que busque otra salida. Lo que el Visir no puede prever es que el Fruto del Árbol del Conocimiento no sólo constituyó una ancestral condena, sino que otorgó a su hija la fuente de su salvación.
Schehrazada no desobedece las leyes, ni siquiera se rebela. Acude al lecho del Rey, y luego de entregarle su virginidad, habla. Y comienza a contar una historia:
He llegado a saber, ¡oh Rey afortunado!, que hubo un mercader entre los mercaderes, dueño de numerosas riquezas...”
Llega el amanecer y la historia está inconclusa... y el Rey decide que no la matará hasta no escuchar el desenlace. Durante su segunda noche con Schehrazada, comienza otra historia que queda inconclusa, y así ocurrirá por las siguientes mil noches y una noche.
El mandato real, el decreto de muerte de la virgen, no se cumple. Y sin embargo, ninguna rebelión ha puesto en duda el poder del Rey, nadie lo ha desafiado... al menos abiertamente. En las mismas fauces del despotismo ha surgido un discurso de liberación, invisible en un primer momento, pero irremediablemente avasallador. Al punto que el propio poder no se da cuenta de lo que está ocurriendo, hasta que ya es demasiado tarde y se encuentra absolutamente seducido y subyugado.
No resulta necesario invocar a la magia para que las palabras sean poderosas y logren cambiar la realidad. La fantástica historia de “Las Mil Noches y Una Noche” no es necesariamente una fantasía. Las palabras son a la vez causas y efectos. Causas de cambios, cuando están organizadas en un discurso efectivo. Efectos de un pensar, que surge de una mente esclarecida y atenta a lo que ocurre en el entorno. Y cuando estas palabras han constituido discurso, y éste ha surgido desde la exclusión, su poder puede resultar avasallador.

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