14.12.06

La ruta de "Seda"


– ¿Tenés la tarjeta CúspideMax? –. La cajera pasaba por el lector de códigos de barra los libros “encargos” que por fin había logrado recopilar en una sola librería.
– No. Soy de Chile y estoy hasta mañana –.
Era mi último día en Buenos Aires. Aún me faltaban los libros “caprichos personales”.
– Con esta compra podés juntar 22 pesos, y canjearlos por libros –explicó tentadoramente. – Los puntos no vencen, y la tarjeta podés obtenerla de inmediato.
22 pesos en Argentina significa un buen libro. Agregué mentalmente los hipotéticos puntos de mis otras compras a realizar durante el día y acepté encantado la propuesta. En menos de dos minutos tenía la tarjeta en mi mano.
Por la noche me encargué de los caprichos. Completé la compra con las Obras Completas de Borges, y me encontré con cerca de 70 pesos disponibles para canjear. Ahí sí comenzó lo bueno. Recorrer pasillos y estantes sólo buscando, sin nada concreto en mente. Y luego de una preselección, conseguir la combinación casi perfecta de títulos que permitiera optimizar los puntos.
Así llegó a mis manos “Seda” de Alessandro Baricco. Con un vago recuerdo de alguna crítica leída o comentario oído que favorecía al autor. Con una portada ilustrada con caracteres japoneses sobre un diseño de tela para kimono. Con una contratapa en la cual Baricco contaba que ésta no era una novela ni era una historia de amor.
Y en verdad tenía razón. No es una historia de amor, porque no relata un amor real. Su historia es la de un amor imposible, desplazado, metonimizado. Un amor que ocupa el escenario de la ruta de la seda, pero cinco siglos después de ésta. Como esa extraña sensación que dejan los amores imposibles, que nos hacen pensar que “antes”, en otro tiempo de nuestras vidas, tal vez hubieran sido posibles.
Y como todo amor imposible, el texto está lleno de reiteraciones, repeticiones, reintentos que a nada conducen. Un amor fatal, en el amplio sentido. Un amor que no provoca un vuelco en la vida de quien lo siente, pero que introduce sutiles cambios en su vida cotidiana. Sutiles, pero permanentes. Un amor que no cambia la vida, pero sí la forma de vivirla.
Casi como la cajera de Librería Cúspide y su oferta de tarjeta.

1 comentario:

Unknown dijo...

A mí me regalaron Seda para el cumpleaños y me mató. Ahora estoy en Buenos Aires y me compré Océano Mar hace un par de horas. Me compré también dos libros de los cuales no tengo absolutamente ninguna referencia más que una contratapa y un par de páginas leídas en el suelo de la librería.