11.7.06

Divinisimo superstar


En los últimos días se ha escrito uno de los capítulos más llamativos de la historia de la locura criolla. Su protagonista ha sido José Pizarro, también conocido como “el Loco del Carrito”, “el Bioquímico”, o como el gusta autodenominarse: “el Divino Anticristo”, o a veces simplemente “Isabelísima”. Los coprotagonistas han sido algo más anónimos que él, pero no por eso deben ser dejados sin mención: se trató en general de las personas que viven, trabajan, estudian o deambulan por el barrio Lastarria, y que pusieron la voz de alerta ante su súbita desaparición, en alguna incierta fecha de mayo o junio.
El Divino Anticristo es sin duda uno de los locos más emblemáticos de Santiago. Loco en el más amplio y antiguo concepto, con toda su carga de aceptación y exclusión. Un habitante marginal de la ciudad, pero de un margen tal vez demasiado próximo e interpelador. Trasgresor impune de las leyes de convivencia, ofensor del pudor con su transexuada vestimenta, misógino insultante de las “tipiquísimas”. Especie de reverso biotípico del Quijote, embestidor de micros amarillas y buses transantiago al mando de su enchulado carro de supermercado. Su vípera lengua se desata en presencia de un delantal blanco, su puño irascible se alza hacia las Torres San Borja: “Les voy a nombrar a los únicos médicos que valen: Ernesto Ché Guevara y Salvador Allende…”. Su desenfado le había ayudado a eludir por años a la amenazante “Internación Administrativa”.
Durante casi 10 años compartimos el nicho urbano del sector Portugal-Lastarria. Su venta de cachivaches esparcidos sobre un paño en la vereda abundaba en botellas de diferentes tipos (vacías, por cierto), libros usados, artículos de escritorio rescatados de la basura, prendas de vestir (íntimas y no tanto), maquetas “recicladas” de los estudiantes de arquitectura del barrio. Y por cierto sus escritos. O los escritos del Divino Anticristo, que es como están firmados. Desde hojas tamaño carta con el sugerente título de “¿Parece que no saben que es cierto que yo soy una mujerísima?” hasta revistas de artesanal encuadernación sobre “Con cuatro cohetes se solucionan las emergencias en helicóptero ta”. (Los helicópteros son otra fuente para sus deslenguados comentarios). En mi última visita a Santiago incluso creí divisar a la tenue luz del alumbrado público una “Antología del Divino Anticristo”, pero mis ojos me pueden haber jugado una mala pasada.

– ¿Por qué Divino Anticristo?
– Nietzche escribió el Anticristo porque ahí me anunciaba. Él es un escritor del pasado que escribió sobre mí en el futuro.
– O podría ser él el del futuro, y escribió porque supo de ti en el pasado. Con este asunto del eterno retorno…
– No – su mirada perpleja tenía un tinte de desprecio, mientras remarcaba sutilmente cada palabra –. Él era un escritor del pasado que anunciaba el futuro.

Fin de la conversación. Lo del tiempo relativo o los juegos lingüísticos no iban con la situación. Salí raudo con su “¿Parece que no saben que soy enciclopédico?” debajo del brazo.

El capítulo en cuestión comenzó (al menos para mí, a muchos kilómetros de distancia) con la entrada al blog de un biólogo de la Universidad Católica, que trabaja en Marcoleta con Portugal. Mostraba una foto del Divino Anticristo en la calle, con falda y pañuelo en la cabeza, y al lado una en la “Clínica Psiquiátrica Normita Fournet” (el nombre en sí ya resultaba surrealista: “normita”). Luego vinieron las menciones al artículo publicado en el The Clinic del 15 de junio, una nota en el decano de la farándula (LUN, 26 de junio), y una seguidilla de artículos en diversas páginas web y blogs, la gran mayoría relatando con estupefacción lo ocurrido y recibiendo infinidad de comentarios.
Su historia abunda en preguntas sin respuesta. Que si estudió en el Lastarria. Que si fue compañero de Schaulsohn. Que si se trastornó al incendiarse su casa. Que si fue herencia por línea paterna. Que si sus estudios de bioquímica hicieron que “se chalara”. O si fueron de letras, de ingeniería, de medicina, o de un largo etcétera.
Sobre su inofensividad no pongo las manos al fuego. Durante mi internado en la Posta Central, un médico me aseguraba haber atendido a una “tipiquísima” con un ladrillazo puesto en su occipucio, aderezado con una abundancia de improperios. Resultado: TEC cerrado. En otra ocasión recuerdo que se le imputaron varios pequeños incendios en los jardines del frontis de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Chile, por calle Portugal. Resultado: acoso de los guardias, que lo increpaban para que hiciera abandono de los jardines. Contra-resultado: improperios de vuelta y un críptico rallado con spray en el frontis:
Divino anticristo agente oficial del que vino.
Se visten de mujer no son Cantinflas. Las maricas valen mucho.
Alumnitos de la U discípulos de maricones ta.
Anticristo persona grata po.
Inexorable cachai.
Divino. El César ta puntitos rápidos.
Inprovistumpagcrashtapougclinlilinpunk.


Los blogs de quienes frecuentaban el Barrio Lastarria comenzaron a hablar de él, a poner sus fotos. Apareció un banner por allí, un blog “oficial” por allá liberenalanticristo.blogspot.com. Se convocaba a “La marcha de los pañuelos” para el sábado 1 de julio a mediodía, en Merced con Lastarria: todos con pañuelos en la cabeza, falda opcional. Su imagen, anteriormente fundida en el paisaje urbano, comenzaba a multiplicarse y divergir en muchos otros que de alguna manera lo reconocían como integrante de su entorno. Algunos ya habían ido con pancartas a la clínica, a manifestar su apoyo y a pedir su “libertad”.
La noche del 30 de junio, fue “dado de alta” por la división de la Municipalidad de Santiago que había gestionado su internación. Desconozco si habrá asistido a la marcha en su apoyo, o si habrá recibido el carro de supermercado que estaban solicitando para reponer el que le habían requisado. ¿Habrá vuelto con o sin máquina de escribir a la calle? Los que lo han visto dicen que volvió de pantalón y luciendo su incipiente calvicie. Con menos cachureos a la venta. Más limpio.
Los comentarios en la blogósfera fueron variados, pero sobre todo llamativos. Desde los que dudaban de lo inapropiado de su enclaustramiento, hasta los que abogaban por el respeto a su decisión de vivir como él lo hace. (¿Es la locura una “elección”? Parece que muchos piensan eso). Alguien se daba a conocer como “Ricardo”, su hermano, y agradecía la internación como una vía a la recuperación, que le permitiría a sus hijos por fin conocer al mítico “tío José”. Otros enrostraban a los defensores de la libertad su acomodada situación social que les permitía ver al Divino Anticristo como “pintoresco” y “decorativo” en un barrio. ¿Es respeto? ¿Es aceptación de la diferencia? ¿O es la necesidad de tener a alguien a quien señalar como “el otro”, “el distinto”, a fin de cuentas “el loco”?

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